René Antezana Juárez (1953, Oruro – Bolivia) es escritor y pintor, pero ante todo un ser humano excepcional, que ha sabido gestar espacios de arte, cultura, libertad, alegrías, amor, promoviendo el acercamiento entre las distintas formas de ser y hacer en Bolivia, en cada uno de sus rincones.

       

En este ensayo comparto mi lectura de la obra literaria del poeta René Antezana, su poesía es un ritual del olvido y la memoria haciéndose cine, moviendo la retina visionaria de un artista cabal, cuya poesía acoge las congojas del tiempo y las “saudades”.

Su aporte a la literatura está caracterizado por un lirismo profundo y una fuerte carga simbólica, explora la relación entre lo onírico, lo ritual y lo kinésico. Son muy pocos los poetas bolivianos que han logrado incorporar el elemento kinésico en su poesía, esto lo sitúa en una posición única dentro del panorama literario actual.

Su más reciente libro, “La Cruz de Malta” publicado con editorial 3600 en Bolivia, fue presentado en Granada (España), en colaboración con la gestora cultural Ángela Hurtado, y en octubre 2024 estará en la Feria del libro de Cochabamba (Bolivia), lo estaremos esperando el 2025 en Salamanca, (España).

En este libro se puede disfrutar un viaje a lo onírico y ritual, en los actos de la observación cotidiana, como por ejemplo: adMirar cómo cocina su amada, cómo se relaciona con los ingredientes, deja ver una rendija de sol en las venas de los alimentos para el cuerpo y el espíritu, en poemas donde busca la cura para su retoño, en la palabra misma la encuentra, en los poemas donde buscarse a sí mismo en su hermano lo devuelve a los ojos del útero compartido, de una misma madre, de la vida misma.

En todos estos gestos antropológicos de la memoria, el poeta René, invita a adentrarnos en los rituales que creamos los seres humanos para “nostalgiar”, haciendo del sustantivo un verbo, por la grandeza de este rito para renacer con el olvido de lo inevitable en el ejercicio de la memoria, como bien señala Joêl Candau (2002), en la antropología de la memoria.

Cada poema de “La Cruz de Malta” expresa lo sagrado y lo profano entrelazado en un juego de imágenes vívidas y evocadoras. En la poesía de René Antezana, y particularmente en este su nuevo libro, lo kinésico se manifiesta en el constante movimiento de las imágenes y los pensamientos. Este concepto, vinculado al lenguaje corporal implícito en el verso, transmite una dinámica interna que va más allá de las palabras, sugiriendo una acción continua y fluida en la mente del lector.

La obra literaria de René Antezana evoca una sensación cinematográfica o de estar observando durante horas una pintura, donde cada verso proyecta una imagen en transformación, que trasmuta la misma visión y sensaciones del espectador-lector. No se detiene en la contemplación, sino que fluye, cambia y evoluciona. El lector participa en un proceso de transición constante, similar al paso de fotogramas en una película. En este sentido, la poesía de René no es un ejercicio estático, sino un despliegue de imágenes sucesivas, conectadas por el movimiento del pensamiento.

En “La cruz de malta”, el pensamiento no se expresa como idea fija, sino como flujo de conciencia. Las imágenes emergen y desaparecen como si fueran trazos en un lienzo que se va pintando ante el lector. El acto de leer se convierte en una experiencia visual, en la que el lector observa cómo las palabras crean formas, colores y contornos que se modifican a medida que avanzan los versos, leerlo se vuelve un ejercicio semiótico, al estilo Roland Barthes, en “El grado cero de la escritura”.

René Antezana deja ver su poÉtica concebida como un espacio de transformación constante, donde los pensamientos y las imágenes se desplazan con la libertad de un pincel sobre un lienzo o una cámara en movimiento. La poesía se experimenta como una pintura en proceso, en la que cada palabra es un trazo que sugiere más de lo que explicita, invitando al lector a percibir el poema como una creación visual y dinámica.

Así, “La cruz de malta” se asemeja a un viaje en el que el lenguaje, en lugar de fijar el significado, lo deja fluir y evolucionar. Lo kinésico actúa como un impulso creativo, transformando las palabras en movimiento, como si el poemario fuera una película que nos adentra en universos de simbolismos y significados culturales, cosmogónicos, invitando al lector a un viaje introspectivo y al desdoblamiento de la conciencia.

La cruz en muchas estructuras espirituales funciona como símbolo de conexión y ruptura al unísono, sirve como punto de partida para explorar temas como la trascendencia, el sacrificio y la búsqueda de sentido. Antezana utiliza este símbolo para construir un puente entre lo tangible y lo intangible, entre la realidad cotidiana, el mundo de los sueños y el cine. Es evidente la presencia de los giros cinematográficos mientras se leen cada uno de sus poemas, cada uno de sus versos trasladan al lector, cual mecanismo de cruz de malta, que transforma un movimiento circular continuo en otro movimiento circular intermitente.

En el cine, la utilización del mecanismo “cruz de malta” en cámaras y proyectores data de la última década del siglo XIX y su invención se atribuye a relojeros suizos del siglo XVI. Esta metáfora de la “cruz de malta” es genial, porque permite adentrarnos en la ruta de su proceso creativo, se deja entrever el trabajo poético de sus poemas que toma como base este mecanismo del cine, la intermitencia de la memoria, como ejercicio mitológico puesto en escena, remonta a mitología griega, donde la memoria: Mnemósine, la diosa conocedora de los secretos de la belleza y del conocimiento nacida de la unión entre Urano (dios del Cielo) y Gea (diosa de la Tierra), es capaz de generar la unión con el re-cordis (pasar por el corazón) ese nacimiento, renacimiento, muertes y brotes de vida, para llevarnos esos partos múltiples, cual leyendas grecolatinas, donde las 9 Musas, protectoras de las ciencias y de las artes aterrizaban sus visiones. Así, aterrizan los poemas de René en la retina de quien lo lee, para demostrarnos su dominio de todas las artes visuales.

El poemario abre con una frase de Federico Fellini: “El cine utiliza el lenguaje de los sueños, años pueden pasar en segundos y se puede saltar de un lugar a otro” esta apertura, deja claro que la obra de René Antezana encuentra resonancia en el cine de Federico Fellini, conocido por su enfoque surrealista y su habilidad para transformar lo cotidiano en una experiencia mágica y metafísica.

Fellini, con su capacidad para crear atmósferas que desafían las convenciones de la narrativa lineal, influye en la forma en que el poeta René estructura sus poemas, organiza uno con otro. Al igual que Fellini, Antezana no teme sumergirse en lo absurdo y lo fantástico, utilizando estos elementos para desvelar las intimidades de la existencia humana.

En su poesía, René deja emerger al pintor, al agudo lector de cine y libros, se desdobla, se convierte en una especie de musa silenciosa, cuya estética visual y narrativa inspira la creación de imágenes poéticas que trascienden lo meramente visual para tocar lo espiritual, el poeta, el pintor, se vuelve la musa de su propia creación, abraza su ser femenino, es un hombre completo precisamente porque abraza a la musa, la diosa que lo habita y lo convierte en la música, la Mnemósine que canta.

Esta cualidad de transfiguración en el acto de escribir cada poema, es poco frecuente hoy en día, solo un ser humano, un artista como René, baja sus armas y se entrega a la energía más poderosa de la creación, que es, precisamente, femenina, supera los roles patriarcales y violentos, se vuelve canal de su voz y se deja habitar por ella, crea con ella, porque cree en ella, creyendo así, en sí mismo.

Esta capacidad de autoobservación, autoexilio del patriarcado, para tomar distancia acercándose más a sí mismo, a lo que late más allá de la piel, este ejercicio de volver al útero  es un modo de escritura poética poco frecuente en estos tiempos, solo un pintor, un poeta, un ser humano extraordinario, como René, podría logarlo, y lo logra en esta Cruz de malta.

A lo largo de las relecturas de su libro, y de su obra en general, observamos que el sueño es un tema recurrente; sus poemas a menudo transitan la vigilia, creando un espacio liminal donde lo imposible se convierte en posible. Esta exploración de lo onírico no es solo un recurso estilístico, sino una herramienta para cuestionar y ampliar las fronteras de la percepción y la realidad, para abrirnos a múltiples portales, hacia diversos mundos, se requiere valor para entrar en ellos. En este sentido, Antezana comparte un parentesco literario con poetas como Jorge Luis Borges y Octavio Paz, quienes también utilizaron el sueño como medio para explorar temas de identidad, los miedos, los temores, los anhelos, la tristeza, la alegría, el tiempo y la naturaleza de la realidad, cuestionar lo que es real, plantear la creación de nuestras propias vidas y verdades, realidades, para no morir en la ficción que resulta ser el incendiario mundo en el cual vivimos.

Otro elemento presente en el poemario son los ritos, tanto antiguos como contemporáneos, también ocupan un lugar central en la obra de Antezana. Para él, el acto de escribir poesía es en sí un rito, un proceso de transformación que conecta al poeta con una conciencia superior, que nos invita a un estado de meditación, de cada imagen, palabra, silencio, vacío. Esto me trasladó a releer al poeta y sabio boliviano, Marcos Sainz, su libro “En la región del toctoque”, dejo aquí su poema:

“Tienes toda la razón

(el poeta encuentra a la muerte y la hace suya)

Hace ya algunos días caminaba por ahí,

de modo intencionalmente distraído,

cuando de pronto descubrí merodeando y algo oculta entre las piedras

una razón muy pequeñita, pero autosuficiente

que medía desde Parménides a Hegel,

y tomándola en mis manos le dije:

–Todo lo racional es real, todo lo real es racional

lo proclamó desde tu colita jorque guillermo federico–

Ella que no sabía hacerse entender sino por señas

al morderme me hizo sentir que: de verdad existía

que era de las que muerden

y que lo hacía con saña.

Le di un tincazo y la solté.”

Este poema dialoga con esos silencios y vacíos filosóficos que serán llenados con la cosecha de quien medite los poemas de René, porque sus poemas, al igual que los poemas de Marcos Sainz invitan a meditar, son una guía poética para adentrarnos en la intimidad del espíritu humano, el que ama y cuida, el que tanta falta hace en estos tiempos de devastación, lo vemos con el poema que René dedica a su abuelo Crisóforo Júarez, titulado como el libro: “La Cruz de Malta”  en los versos:

“…golpeamos algo y el ruido nos delató

 Pasos

(…)

 Asustados

(…)

Ahí estaba una silueta a contraluz.

Enciendan la luz se podrían hacer daño, dijo mi abuelo.

 Se hizo la luz”

estos veros dejan entrever que los ritos se presentan en secuencias de actos que otorgan sentido a la experiencia humana, nos traslada a  pensar en la fuerza comunicativa del gesto y el poder de una frase articulada con la memoria y las sensaciones de lo que se olvida y se recuerda o se inventa, todo junto se vuelve un factor base de la comunicación, del lenguaje, nos encamina al valor de la proxémica, de la misma comunicación corporal, muy estudiada en la semiótica y por el mismo antropólogo, Severi, quien afirma: “Desde esta perspectiva el concepto de memoria debe entonces comprenderse en sentido pleno como un craft of thought, como contexto de referencia, campo de la clasificación, esquema persistente de la evocación y, por tanto, de la ideación y la imaginación poética.”  

Esto mismo que explica Severi, tiene la poesía de René y también lo podemos apreciar en los libros del renacimiento sobre la filosofía de la muerte y la vida, en la obra del poeta, teólogo y astrónomo Bruno Giordano, aquí un fragmento suyo:

«Mi solitario viaje a aquellos sitios

a los que ya volviste tu alta mente,

se eleva al infinito, pues preciso

es que el objeto iguale industrias y artes.

 

Renace allá; allá arriba tus hermosos

polluelos cría, ya que el cruel destino

su curso entero ha dirigido contra

la empresa de la cual solía sacarte.

Vete a mi casa, que más noble asilo

brindarte quiero; un dios tendrás por guía

que aquel que nada ve lo llama ciego…»

Giordano se refería constantemente, a la fe de otros universos posibles, fue cuestionado por ello, y René lo hace en su poesía, en su pintura, se funde con esta cosmología poética de Giordano, desde la fuerza para conectar con lo antiguo, el hogar, la calidez, la potencia transformadora de la ternura, esto y más se puede apreciar en la poética de René Antezana.

Además de su labor como poeta, René Antezana es también un pintor talentoso, y esta faceta artística influye notablemente en su escritura. Sus pinturas, al igual que sus poemas, están imbuidas de un simbolismo profundo y una estética que mezcla lo figurativo con lo abstracto, lo tradicional local con lo tradicional universal. La conexión entre su obra pictórica y su poesía es evidente: ambas disciplinas se alimentan mutuamente, creando un diálogo constante entre la imagen y la palabra. En este aspecto, Antezana sigue la tradición de artistas como William Blake, para quien la poesía y la pintura eran medios complementarios para expresar su visión artística.

La poesía de René Antezana es un viaje al interior de lo sagrado y lo onírico, una exploración de los misterios que yacen más allá de la percepción ordinaria. “La Cruz de Malta” es un testimonio de su habilidad para conjugar lo visual y lo verbal, los gestos y las palabras, los silencios y el movimiento de la luz, la oscuridad, el ritual en lo cotidiano, sacralizando la vida, cada momento lo vale todo, por esto es que leer a René es una experiencia estética y espiritual única. Gracias René, por la pulcritud de tu poesía y la fuerza de tu pintura.

Breve reseña de René Antezana Juárez (1953, Oruro – Bolivia) es poeta, pintor, comunicador, gestor y activista cultural. Ha estudiado Administración de Servicios Culturales con una beca de la OEA. Actualmente reside en Italia. Tiene una larga trayectoria en la literatura (poesía principalmente) y varios libros premiados. La obra que reúne este volumen incluye seis libros publicados y uno inédito: IMAGINARIO (1979); MEMORIA DE LOS CUATRO VIENTOS (1985), Premio Nacional Único de Poesía de la Universidad Técnica de Oruro; EL LABRADOR INSOMNE (1988), Segundo Premio Nacional de Poesía de la Casa de la Cultura de Cochabamba; LA FLECHA DEL TIEMPO (1992), Premio Nacional de Poesía “Franz Tamayo”; VIENTO VERBAL (1998); CIELO SUBTERRANEO (2007). Editorial 3600 ha publicado en 2019 titulada LA FIESTA IMPOSIBLE, que reúne toda su obra poética publicada (1979-2017) incluyendo su último libro EL CIRCULO DEL DEVENIR (2017). Ha ejercido periodismo cultural y comunicación desde muy joven; fue consultor de la UNESCO y como gestor cultural coordinó varios importantes eventos culturales nacionales como el Festival del Solsticio de Invierno de Oruro, el Festival Internacional de la Cultura de Sucre entre otros. Trabajó muchos años en instituciones de desarrollo social tanto rurales como urbanas. Fue miembro activo del legendario grupo “15 poetas de Bolivia”. Ha estado vinculado al sector cultural toda su vida y es uno de los fundadores del colectivo/red TELARTES, que aglutina a diversas organizaciones, instituciones y activistas culturales del país.

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