La inercia del 52 no sólo constituye un marco factual de referencia, también implica una fuerte aura ideológica, el nacionalismo revolucionario, donde, como en un a priori, se diseñan límites cognoscitivos (y perceptivos, añadiría el Poe de “La carta robada”) nada fáciles de vencer.

(René Zavaleta Mercado)

Introducción y contexto:

Este ensayo nace con la inquietud de explorar cómo se modifica la configuración político-social de Bolivia, los sujetos, las fuerzas y los proyectos políticos, de dónde vinieron y hacia dónde se dirigieron. Así mismo se dibujan a mano alzada las causas y consecuencias sociales, políticas y económicas que tuvo la revolución de 1952 encabezada por el Movimiento nacionalista revolucionario (MNR) con su líder Víctor Paz Estensoro, en un contexto minero-campesino donde las haciendas aún predominaban, así como la explotación de las minas y las familias mineras por parte de tres empresarios del estaño, Patiño, Hoschild y Aramayo.

Entre las causas, tenemos como contexto social y político la guerra del Chaco y como contexto ideológico y de luchas sindicales mineras tenemos la tesis de Pulacayo[1] .Entre las consecuencias de la revolución resalto los cambios estructurales y de administración de las minas y los logros sociales de esta revolución.

Es importante recordar que Bolivia era un país todavía agrícola en el año 1952, esta agricultura estaba concentrada en manos de una parásita clase terrateniente, quienes se creían los grandes propietarios. El “indio” dependía totalmente de los hacendados, cultivaba una pequeña parcela de tierra a cambio de salario mínimo o alimentación y por otro lado el minero no contaba con un sistema de seguridad social ni técnica en sus trabajos, mucho menos un referente legal que rigiera las condiciones de trabajo y explotación de las minas y  (por ello fue posible para los tres barones del estaño enriquecerse de manera descarada y conservar hasta la actualidad sus riquezas en la banca de Ginebra). Quedan en la memoria de muchas familias hasta la actualidad, el dolor y la pérdida de sus seres queridos en estas minas, eran situaciones trágicas y dramáticas que están descritas en el libro Socavones de angustia (la vida de una familia minero-campesina). Tampoco existía la infraestructura caminera que permita la articulación de los departamentos del país, sobre todo con el oriente boliviano (Santa Cruz, Pando, Beni y Tarija). Las clases sociales estaban bien marcadas, con la clara ausencia de una clase media.

La estructura de esta realidad cambia con la revolución del 52, Bolivia ingresa a un período de cambios en cuanto a derechos sociales, económicos y políticos. Es en esta dinámica que muchos autores de la revolución social en Latinoamérica intentan describir diversas teorías que plantean las causas o procesos que siguen una pauta de comportamiento en Latinoamérica, entre ellos Alan Knight quien indica que no es sencillo seguir un patrón que explique realmente las causas y consecuencias de una revolución, se ofrece muy poco en términos de alcanzar una auténtica percepción de la experiencia revolucionaria latinoamericana (…) una teoría de la revolución que opere a este nivel se arriesga a ser tautológica, convirtiendo los rasgos diagnósticos –como el colapso del régimen- en causas, o sencillamente errónea ya que asevera la generalidad de patrones que son evidentes solo en algunos casos. En este sentido, las revoluciones son no más susceptibles de ser explicadas en términos de teorías generales que los hoyos de la tierra. (Knight, 2005, pág. 164)

Es así que definir las causas y consecuencias precisas de la revolución boliviana como la mexicana, que si bien tienen algo en común, también tienen sus particularidades que las hacen únicas, y es allí donde generar un análisis comparativos y genérico me resulta corto, más aún cuando las sensibilidades sociales que se han expresado en cada lugar son igual de importantes y la memoria emocional de las familias que vivieron la revolución cala hasta la actualidad, hay un gran saldo de resentimiento histórico en los pueblos mineros, sobre todo, porque ni siquiera los próximos gobiernos del MNR lograron resolver estas susceptibilidades y sensibilidades de los actores sociales campesinos, mineros que vivieron en carne propia la revolución.

Una crítica que planteo a todas a estas teorías y al modo en que describen a los actores y las estructuras sociales, políticas y económicas que suceden en momentos de revolución, es que si bien el estudio que se hace de los procesos revolucionarios parte de los actores agentes de la misma, como ser los partidos políticos, el líder, los campesinos y mineros como esa masa votante y participante, como esa masa a la cual se debe atender y de la cual se debe servir la democracia electoral, todo ello conlleva a un estudio minucioso a nivel descriptivo del comportamiento, el proceso, la causa y la consecuencia, sin embargo todo ello resulta insuficiente, porque la historia no está únicamente en datos fríos, sino y sobre todo está en la emocionalidad y la subjetividad con la cual se expresan y de la cual vienen estos procesos.

Planteo entonces este otro sentido para entender un proceso revolucionario como el que vivió mi país, no únicamente desde los datos encontrados en la red, libros de historia de Bolivia y las lecturas desarrolladas en la materia de Estructura, actores y cambios sociales en américa latina, o de la memoria que tengo sobre mis lecturas y reflexiones en mis tiempos de estudiante trotskista y sobre todo como ciudadana activa en procesos sociales y políticos de mi país. En este sentido planteo una lectura desde la subjetividad que pude observar y sentir cuando recorrí las minas y territorios donde vivieron estas familias que hicieron la revolución, allá en mi época trotskista, cuando con Don Guillermo Lora todavía intentábamos entender porque la clase minera no logró tomar el poder y el MNR capitalizó las luchas sociales de los mineros y campesinos para hacerse del poder y emprender un nuevo sistema, que si bien resolvió varias necesidades básicas, también las hizo surgir de nuevo en su segunda gestión, con la apertura de lo nacionalizado anteriormente.

Siguiendo con este análisis, me remitiré a las palabras de Knight cuando dice que hay otro sentido, sin embargo, en el que se puede decir que las revoluciones siguen patrones comunes. Antes de pasar a este enfoque más positivo es necesario explicar el concepto de revolución social. Hay dos atributos claves aceptados por la mayoría de los analistas aun cuando ellos pueden explicarlo en términos diferentes, una revolución social a) involucra una sustancial movilización política en pos de causas que importan lo suficiente como para suscitar tanto un compromiso voluntario como una significativa oposición, y que conduce, pasando por un serio quiebre gubernamental, b) un profundo cambio estructural de tipo sociopolítico. El primer rasgo es descriptivo, en términos de proceso, el segundo es funcional, denota las consecuencias estructurales. (Knight, 164)

En términos descriptivos había oposición y había compromiso para emprender la revolución, el MNR fue capaz de articular las necesidades minero-campesinas en un discurso y programa político convocante, en términos de funcionalidad la capacidad organizativa del Federación sindical de trabajadores mineros de Bolivia viabilizó la hermenéutica de la revolución, como lo diría Guillermo Lora en su entrevista sobre el proceso nacionalista revolucionario del 2000. En estos dos casos se justifica el rótulo de revolucionario no solo por el resultado funcional –un rápido y sustancial cambio político- sino también por el hecho de que los episodios insurreccionales estuvieron a su vez insertos dentro de procesos más amplios de movilización política y conflicto, la revolución boliviana hizo uso de las tradiciones militantes de los mineros del estaño, quienes habían organizado huelgas y sido objeto de represión desde 1920. También aprovechó las reclamaciones campesinas y manifiestos en los valles cochabambinos y latentes en el altiplano.  (Knight, 2005, pág. 164)

Alan Knight explica que la revolución del MNR contribuyó a una transformación fundamental en la sociedad boliviana, que los subsiguientes cambios de régimen no revirtieron y no quisieron revertir porque se había instalado un sistema de participación que, más allá de que el partido fue perdiendo poder y hegemonía, sus políticas transformaron la estructura del Estado y de la sociedad boliviana (Knight, 2005, pág. 168). Es menos importante que el MNR haya fracasado en su etapa postrevolucionaria, pero quedó en la subjetividad de una ciudadanía que vivió esos momentos históricos, muchos en esta época y hasta el 1998 al presentarse, decían primero su partido político, en caso de que fueran emeneristas (del partido MNR) y luego su nombre, es decir el MNR tuvo la habilidad política e histórica de arraigarse en el imaginario del pueblo, más allá de que el partido perdió finalmente su hegemonía, los cambios que dejó generaron una sensación de éxito social en quienes lucharon en la revolución, así mismo la sociedad boliviana cambió considerablemente.

Desarrollo:

  1. Los actores y factores de la revolución:

A continuación haré un recorrido breve por los diversos actores precedentes y cercanos a la revolución y que de algún modo fueron también parte de las causas de la misma. En Orígenes de la Revolución Nacional Boliviana y su balance crítico de la revolución del 52 H.C.F. Mansilla explica: Bolivia mostró un panorama de los grupos y las asociaciones, especialmente de jóvenes ex combatientes, que coqueteaban con diferentes ideas políticas, conscientes de la necesidad de derrocar a las antiguas elites apoyadas en la tierra y las minas. De allí salieron los nuevos partidos. Intelectuales de los sectores medios, dirigentes sindicales dolidos por la derrota, frustrados por el débil desarrollo económico y la estrechez del mercado ocupacional, cansados de un juego político reducido a pequeñas camarillas antagónicas, conocedores de las corrientes políticas de principios del siglo XX, elaboradas en oposición a la democracia tradicional, particularmente parla­mentaria, tentados por el autoritarismo y la urgencia de ganar el poder; se dedicaron a organizar agrupa­ciones partidarias y buscar el respaldo de las organizaciones laborales, con las cuales compartían una común oposición al orden dominante. La primera formación política fue el grupo de jóvenes nacionalistas que apoyaron al gobierno de H. Siles. Allí se encontraron C. Montenegro y A. Céspedes, que más tarde fundarán el MNR.

En Cochabamba, antes de la guerra, ya estaba conformado el meollo del PIR, alrededor de J.A. Arce. R. Anaya y A. Urquidi, actuando a través de las organizaciones estudiantiles, imbuido de un marxismo ortodoxo que destató la subordinación de la formación social boliviana al imperialismo. J. Malloy ha señalado el papel cultural que ciudades como La Paz y Cochabamba desempeñaron en el nacimiento y desarrollo de fuer­zas políticas nuevas. La primera tuvo una mayor inclinación por el nacionalismo, la segunda por el marxismo. (H.C.F. Mansilla, 1998)

El partido obrero socialista, de corta duración y reducida influencia, fue el primer partido de corte socialista creado en el país (1927). Su líder, el escritor Tristan Marof (G. Navarro), adoptó como lema: «las minas para el indio y las tierras para el pueblo.» Años más tarde (1935), con J. Aguirre y A. Valencia Vega, fundó el Partido Obrero Revolucionario (POR). Divisiones internas llevaron a una refundación en Cochabamba (1938). Desde entonces, la obra de G. Lora penetró fuertemente con sus concepciones de izquierda radical el movimiento laboral organizado y los movimientos estudiantiles. Su fuerza ideológi­ca aún hoy mantiene presencia en ámbitos universitarios. Una parte del POR, conducida por Marof, se separó poco después de su fundación y creó el Partido Socialista Obrero Boliviano, disuelto en 1943, a la caída del Gobierno de Peñaranda. (H.C.F. Mansilla, 1998)

El Partido de Izquierda Revolucionario (PIR), el mejor armado en hombres e ideología, apareció en 1940. Unió a su marxismo algunas ideas indigenistas. Luego vino el MNR que acogió en su seno a intelectuales pragmáticos y cubrió un horizonte de ideas que iba desde el nacionalismo hasta el socialis­mo, pasando por el fascismo. Su carencia de una ideología clara la suplió en la oposición y el gobierno con un hábil manejo periodístico de la ironía, el sarcasmo y la sátira para combatir a sus adversarios y alcanzar el poder que supo legitimar con el mito del Estado nacional, pluriclasista. El Partido Comunista de Bolivia, organizado por jóvenes desprendidos del PIR, apareció en 1950. (H.C.F. Mansilla, 1998)

Conviene también mencionar al movimiento sindical, otro actor de la Revolución de 1952, que no restringió su papel al específicamente laboral y tuvo una importante acción en el campo político. Su origen más cercano está en los años 20, cuando artesanos y obreros adoptaron formas de organización sindical con fines de ayuda mutua, no desprovistas de ideologías, como el anarquismo y el socialismo. Tenemos también en 1944, la recién conformada Federación Sindical de Trabajadores Mineros. Este hecho fue favorecido por la difusión del socialismo, del sindicalismo, en particular soviético, entre los mineros, el contingente labo­ral más numeroso y concentrado del país, llevada a cabo por maestros, universitarios y una vanguardia sindical iniciada en parte en el Chaco.

Un hito clave en esta descripción de actores y momentos políticos, fue la batalla por conquistar la opinión pública por parte del MNR, tuvo lugar en el período llamado el sexenio, entre el gobierno y el MNR, siendo ganada por este último. La fuerza emotiva y cohesionadora del nacionalis­mo revolucionario fue puesta al servicio de la causa. Ello le permitió aumentar sus simpatizantes y establecer una conexión con los movimientos laborales. Este fue un tiempo de afinamiento programático, con un contenido nacionalista, depurado de las tentaciones del fascismo, que subrayó la urgencia de liberar las potencialidades del pueblo, de la economía y destruir las barreras de dentro y fuera al cambio.

Vemos entonces que no es una ironía menor de la historia que la Revolución de abril de 1952, planeada con un grupo de militares y policías para capturar el poder, se hubiese transformado en un alzamiento de masas que incluyó a empleados, universitarios, obreros, mineros, cholas del mercado. El concurso del pueblo en los actos de la toma del gobierno fue el inicio histórico del mito de la revolución y de la alianza de clases. El nacionalismo de nuevo cuño se alió a la idea de un Estado fuerte, siguiendo los modelos europeos de la época. El Estado boliviano se conformó, en sus líneas maestras, en el momento de la independencia. En el período liberal, se marcó una fuerte secularización sin llegar a negar a la Iglesia Católica su recono­cimiento y la obligación de mantenerla. Precedentes de esta política se encuentran en el primer régimen republicano del Mariscal Sucre. En los años 30 y en particular después de la Guerra del Chaco, los intelectuales, los políticos defendían un Estado fuerte, capaz de cohesionar a la sociedad, con preocupa­ciones sociales. La posición se reflejó sobre todo en la protección laboral visible en las Constituciones del 38 y 45, en cuya elaboración participaron miembros del MNR y de otras tiendas políticas. Esta política se expresó igualmente en la creación de entidades estatales para fomentar el desarrollo, como la Corporación Boliviana de Fomento y otros órganos financieros. (H.C.F. Mansilla, 1998)

  1. Algunas cuestiones y teorías sobre la revolución boliviana:

En este proceso de actores y factores que dieron lugar a la revolución, cabe recordar también la otra pregunta que se han hecho a lo largo de los años, autores que vivieron la revolución y la estudiaron, como René Zavaleta, es si la revolución boliviana pudo ser netamente socialista o burguesa, él mismo se responde diciendo, que por la sociedad abigarrada (con colores mal combinados y elementos diversos superpuestos y desconectados) que es Bolivia, su complejidad etnolingüística, económica, cultural en general (Zabaleta, 1967, Página 164). La revolución boliviana no fue ni socialista ni burguesa capitalista; pero sobre todo no fue socialista, pudo serlo con la tesis de Pulacayo redactada y cocinada de la que se sirvió el MNR para armar su programa político a partir de las demandas sociales allí expresadas, pero sin embargo, los intereses del MNR no eran los de la clase obrera minera boliviana.

Respecto a esta afirmación de que la revolución boliviana no fue socialista ni revolucionaria, Knight plantea en la comparación que realiza Knight de las revoluciones mexicana y boliviana: palpablemente estas revoluciones son diferentes de la cubana en términos tanto de las precondiciones estructurales y agenda revolucionaria, no fueron socialistas. Pero es discutible aseverar su carácter burgués. (Knight, 2005, 172).

Coincido junto a Zabaleta y Knight en este punto, puesto que al ser Bolivia una sociedad sin capitales propios, puesto que los capitales que habían antes de la revolución eran de tres grandes empresarios y explotadores mineros bolivianos (Patiño, Hoschild y Aramayo) que no compartieron con el país sus ganancias, sino que las depositaron todas a la banca de Ginebra para asegurar sus riquezas familiares y en vista de que ganaban más que el PIB de Bolivia, la figura fue similar a la época de explotación de los españoles en las minas, que enviaban las riquezas trabajadas por los indígenas a la corona española.

Tenemos entonces una de carácter híbrido, pues no había promoción de la empresa privada, pero tampoco podían prescindir de ella, no había promoción de mercado, pero tampoco podían prescindir del mismo, lo que hizo el MNR fue en todo caso estatizar los medios de producción y decidir qué hacer con las riquezas mineras que el país todavía tenía y que en ningún momento otro gobierno se interesó en defender estas como parte del patrimonio económico para Bolivia y poner dicho patrimonio a andar en beneficio de una mejora de la economía del país, que otorgue además beneficios sociales. El MNR logró crear un discurso tomando las demandas del pueblo minero como propias, asumirlas y llevar adelante una reforma en el sistema de producción minero, así como en el sistema agrario campesino, ya que la población mayoritaria del país eran familias mineras y familias campesinas, el focus del MNR en esta revolución estuvo ante todo en darle a estas familias dignidad laboral y derechos civiles, para legitimarse el MNR en el poder y así gobernar sin mayores molestias, sacando a mediano plazo sus ganancias, que inmediatamente en el poder empezarían a transar con Estados Unidos, y lo que pudo ser el triunfo de la IV internacional con la tesis de Pulacayo equiparada a las ideas Bolcheviques, fracasó, porque el POR se fragmentó internamente en esos momentos, y el MNR logró armar su programa de gobierno y con apoyo de Estados Unidos, asumir el poder, en todo caso, esta revolución, fue también consecuencia y parte de la polarización que todavía se sentía en las estructuras políticas y económicas del sistema mundial, como consecuencia de la lucha entre Estados Unidos y Rusia por tener el poder mundial, expandiendo sus sistemas de gobierno hacia otras latitudes del planeta. Esto lo explica Guillermo Lora en su tomo V de Historia de Bolivia

Así lo explicará Lora: La existencia y fortalecimiento de las milicias -consigna y tradición de los movimientos obrero y revolucionario- están subordinados a la politización y actividad de las masas. Cuando éstas eran dueñas de la calle, cuando desde la COB vigilaban e imponían sus decisiones al Poder Ejecutivo, impulsaron la estructuración y fortalecimiento de las milicias. Los explotados al movilizarse vigorosamente, a fin de imponer sus decisiones y al convertir a sus organizaciones en órganos de poder, se plantearon como una necesidad inaplazable la formación de las milicias obrero-campesinas, no como entidades colocadas por encima de ellas, extrañas a sus intereses o designios, sino como una expresión armada de su propia actividad cotidiana, como un instrumento indispensable para la imposición de sus decisiones, frente a la resistencia de los enemigos de clase y a la estulticia del gobierno. La defensa de la revolución se presentaba inseparable del logro de nuevas reivindicaciones. Cuando las masas ingresaron al período de momentánea depresión, se registró un aflojamiento en el funcionamiento de las milicias obrero campesinas, punto de partida de su posterior degeneración, de su movimientización y de su total destrucción futura. Las milicias no pueden mantenerse independientes al desarrollo y vicisitudes de la politización de las masas. Las milicias fuertes se convirtieron, así en uno de los elementos que plantearon la posibilidad de la conquista del poder por los explotados. Más tarde, cuando se produzca la victoria de los explotados se transformaran en pilares del futuro ejército proletario, elemento indispensable para la defensa de la revolución. No bien el gobierno movimientista pudo emanciparse de la presión y control directo de los explotados, atrevidamente se orientó hacia la derecha y hacia posiciones inconfundiblemente pro-imperialistas. Entonces se pudo constatar que las presiones foráneas se transformaban rápidamente en leyes y actos del gobierno criollo, lo que importaba pasos decididamente antipopulares y antinacionales. Fue de esa naturaleza la reorganización del ejército: imposición de los Estados Unidos para que sirviese de factor de control decisivo del amenazante proletariado. Simultáneamente, se procedió a desarmar a las milicias, es decir, a destruirlas físicamente, a eliminarlas del escenario, no a asimilarlas en el seno de las nuevas fuerzas armadas, que a los dirigentes movimientistas se les antojaban democráticas y expresión de los intereses de las masas, sino simplemente por algún tiempo campearon las milicias mercenarias al servicio del oficialismo y que actuaron como fuerza represiva de los sindicatos. (Lora, 1979, pág. 7).  Si bien Bolivia no tuvo una revolución burguesa, transó y lo sigue haciendo con el capitalismo y el sistema de mercado.

  1. Conclusiones y reflexiones:

Entre las consecuencias de la revolución tuvimos la nacionalización de las minas, que si bien fueron nacionalizadas, con el tiempo fueron sometidas a una estricta disciplina de mercado, es decir la dependencia de los resultados económicos de esta revolución respecto a la dinámica del sistema internacional fue inevitable. La revolución implicó liberarse de ciertos abusos económicos y sociales cometidos por familias latifundistas y familias mineras, pero a la vez ingresar en otro estilo de dependencia respecto al mercado y a las reglas del capitalismo donde el mismo gobierno del MNR vendería el Estaño a precios módicos no para el país, sino para su socio. Entonces como afirma Knight Bolivia pasa de ser una sociedad semifeudal minera a ser una sociedad capitalista dependiente del nuevo orden mundial estadounidense.

Siguiendo con las descripciones de Guillermo Lora y las del mismo Knight vemos entonces que el MNR logró oponerse a la “rosca minero feudal” y a sus acólitos, sin embargo, ya en el gobierno adoptó igualmente sus patrones de comporta­miento. De este modo, ambos grupos (la rosca misma y el MNR) apoyaron la expansión de las clases medias, dieron valor a la educación e igualmente trataron de captar para las organizaciones partidarias a los sectores populares, que se mo­vieron entre la seducción y la independencia.

Vemos también que en esta revolución, los actores principales que convergieron en el logro de la victoria de abril no eran nuevos, tenían trayectorias propias que venían de atrás. El MNR supo capitalizar, particularmente en los años del llamado sexenio, esas fuerzas, ganando la partida a otros grupos políticos que competían por penetrar los movimientos sindica­les y populares. La Revolución de 1952 fue un hecho y un mito preñado de promesas.

Se podría decir también como reflexión final que la mayoría de los intelectuales bolivianos de principios de siglo, animados por el odio hacia el burgués, encarnado, por aquel entonces, en el minero enriquecido y el gran propietario feudal, deseosos igualmente de cambiar las viejas instituciones del país, incluido el régimen del colonato, no despreciaron la política. Varios de ellos llegaron a desempeñarse como diputados, senadores o ministros, pero tuvie­ron mayor independencia de los partidos, aún de los propios, y de sus planteamientos. Por otra parte, concibieron el cambio en términos de una gradual evolución y no como una rápida y violenta transforma­ción. A diferencia de éstos, los estudiantes del primer cuarto de siglo, que luego conocerán la experiencia del Chaco y fundarán los nuevos partidos, tendrán un sentimiento más comprometido con la política y la revolución como insoslayables deberes para salvar el país, crear una nueva sociedad. A estos ideales se consagrarán con todo el esfuerzo y la voluntad. De ahí salieron los nuevos mitos, según Zavaleta, en reemplazo de los antiguos penetrados por la religión.

Cabe resaltar, como lo hice a lo largo del ensayo, que el MNR enlazó los diversos elementos del mito en fórmulas simples y supo recoger en su seno distintas corrientes nacionales, populares, socialistas consiguiendo aprovecharlas tácticamente en la lucha por el poder. El mito legitimó la Revolución. En su nombre se movilizó a la sociedad civil, se puso los puentes para el entendimiento con la oposición de izquierda que contuvieran por algún tiempo y en alguna medi­da las exigencias de los sectores sociales.

Dentro de todo este proceso histórico, reflexivo, desataco que el Movimiento agrario recibió especial atención y dio lugar a importantes investigaciones de carác­ter empírico que mostraron las modalidades de tenencia de la tierra pre y post revolución, las formas de organización rural, el sindicalismo campesino tuvo también su protagonismo. Surgen una serie de reformas en lo económico, como ya se mencionó la nacionalización de las minas, el Gobierno del Presidente Paz Estenssoro cumplió progresivamente las ofertas previas plasmándo­las en disposiciones legales e instituciones: Nacionalización de Minas de las grandes empresas. Reforma Agraria, Voto Universal. Más tarde, para impulsar la diversificación económica y la superación de la dependencia, estableció mecanismos centralizados de control y previsión de la economía encargados de elaborar planes de desarrollo, en los cuales se concretaba el propósito de diversificar la economía. He aquí los hechos principales de la Revolución del MNR. La toma de las medidas de nacionalización de minas y reforma agraria se hizo bajo fuertes y contra­dictorias presiones de los sectores populares del ala conservadora y de los radicales del partido, se crea la COMIBOL, junto a empresas de agua potable para los campesinos y mineros, así como la electrificación de estsa zonas.

Para no seguir explayándome en las reflexiones y conclusiones haré un punteo de las principales medidas de esta revolución:

  • La economía semifeudal, controlada por capitales privados, pasó a ser controlada en un 70 por ciento por el Estado. Surgió una nueva burguesía que se dedicó a la intermediación financiera y el comercio importador.
  • Los importantes cambios sociales, políticos y económicos que desencadenó la Revolución se reflejan en cuatro medidas esenciales: la Nacionalización de las Minas, el Voto Universal, la Reforma Educativa y la Reforma Agraria.
  • La Nacionalización de la Minas fue decretada por Víctor Paz Estenssoro el 31 de octubre de 1952. Con esta medida se revirtió al Estado todos los bienes de las tres grandes empresas que pertenecían a los “barones del estaño” y se creó la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) para su administración.
  • La Reforma Agraria se instauró el 2 de agosto de 1953, cuyo principio fue: “La tierra es de quien la trabaja”. Con este Decreto se incorporó a la población campesina -aproximadamente 2 millones de habitantes- al mercado nacional y se eliminó el sistema de explotación latifundista.
  • Hasta 1951 en las elecciones no votaban ni los analfabetos, ni las mujeres. El Voto Universal concedió el derecho al sufragio a todos los bolivianos mayores de 21 años cualquiera sea su sexo, instrucción, ocupación o renta.
  • Finalmente el nuevo Código de la Educación, dictado el 20 de enero de 1953, mediante Decreto Supremo determinó modificaciones importantes en la estructura educativa boliviana.
  • Se instauró la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza primaria y se puso énfasis en el sistema escolar campesino con el incremento de núcleos escolares y normales rurales. Además se inició un programa de alfabetización.

Diré finalmente que la revolución fue una especie de catalizador de las emociones y las ansias más profundas de los hombres, de sus temores y esperanzas, a los cuales da expresión y salía en los símbolos y los ritos. Por su poder movilizador y generalizador, descalifica las situaciones que lo desmienten y se convierte en fuente de juicios inapelables sobre la conducta de los ciudadanos. Lejos de ser un fruto espontáneo del inconsciente colectivo, es un producto de la voluntad política, del quehacer intelectual no necesariamente coordinados. El mito moderno constituyó el medio para encauzar las aspiraciones colectivas. Una concepción del sentido y necesidad de la historia, de su avance, con sus caídas y peligros de recaídas, dentro de la cual el hecho revolucionario adquirió el significado de un salto hacia delante en la construcción de la nación y su desarrollo. La revolución, tomada como un corte en la historia nacional, separaba un ayer enfocado selectivamente, pues algunos de sus elementos se preservaron mientras otros se rechazaron, de un futuro lleno de prome­sas.

Referencias Bibliográficas:

Lora, Guillermo (1979), Tomo V Historia de Bolivia, 1979, Ediciones Masas.

H.C.F. Mansilla (1998), Un balance crítico de la Revolución del 52, Ediciones El País.

Knight, Alan (2005), Revolución, democracia y populismo, Ediciones centro de estudios bicentenario Santiago.

Zavaleta, René (1983), Bolivia Hoy, Siglo XXI Editores.

Zavaleta, René (1967), Bolivia: El desarrollo de la conciencia nacional, Editorial Diálogo, Montevideo.

[1] La tesis de Pulacayo es un documento histórico del movimiento obrero revolucionario boliviano y latinoamericano. Las tesis fueron aprobadas a propuesta de la delegación de Llalagua en el Congreso de la Federación sindical de trabajadores mineros de Bolivia (FSTMB), reunido en noviembre de 1946 en la ciudad de Pulacayo. Esta tesis plantea las demandas sociales y económicas de los mineros, parte de la concepción trotskista de la revolución permanente y el programa de transición de la cuarta internacional.(Apuntes de mi época trotskista)

 

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