«Leer es cavar en tu propio interior y establecer el diálogo con la cueva y los símbolos del otro, su mundo, su imaginario, hilar las luces, la oscuridad, la sombra, salir ilesos lector-autor, es señal de una gran lectura» (Clacecil Mú)
¿Cuál es tu génesis como lector y qué es leer?, han sido las preguntas con las cuales he iniciado los talleres de lectura, literatura o escritura creativa con participantes de diversas edades y oficios, que asistían a mis talleres de lectura en las bibliotecas, universidades y en el colegio, las respuestas han sido diversas, y me ayudaban a conocer los intereses y la experiencia que cada uno tenía con la lectura, también me permitía repasar mi propio génesis lector y mi propia concepción de lectura, reencontrarme con libros de mi infancia, y los más disfrutados a lo largo de mi corta vida.
El común denominador en estas respuestas sobre el origen de la lectura en la experiencia íntima de cada lector, creador que asistía a los talleres, era la memoria oral, la tradición oral que salía a la luz, fue desde allí que empecé a hilvanar el sentido ontológico de la memoria oral como enfoque pedagógico para transferir otras memorias que estaban instaladas ya en el papel impreso o en el computador, en forma de literatura.
Fotos:Biblioteca de La Estación Argentina 2012, Plan Tres Mil 2013, Santa Cruz de la Sierra-Bolivia.
Si nos remitimos a la etimología de leer, desde el latín legere veremos que leer no es únicamente decodificar un alfabeto, sino un acto de búsqueda, de seleccionar lo que encontramos en esa búsqueda, de elegir, de decidir; entonces leer es un acto poÉtico (la poiesis y el ethos como parámetros para la construcción y deconstrucción estética y ética que está implícita en todo acto de lectura, partiendo de lo intracultural y derivando en la hipertextualidad del siglo XXI) y político (porque desde nuestra plenitud de lectores aumentan nuestra capacidad de agencia política y cambio social, en las estructuras del sistema que en el cual nos desenvolvemos, la democracia se alimenta delos lectores, la democracia del día a día, no únicamente la electoral). Esto no significa que leer es todo y nada, sino que más allá de la decodificación de un alfabeto, está la riqueza de cada persona para interpretar lo que lee en ese alfabeto, o en esa imagen, lo que comprende cada persona de acuerdo a su mundo interior, idiosincrasia, y el contexto en el cual se desenvuelve. Como mediador de la lectura, mediador cultural, profesor, bibliotecario, madre, padre de familia es esencial considerar estos aspectos sociológicos y antropológicos en la experiencia de la lectura.
A lo largo de mis viajes entre un barrio y otro, entre una ciudad y otra, un país y otro del nuestro continente latinoamericano, me he dado cuenta de que, más allá de las políticas públicas y la atmosfera que debieran brindar los gobiernos de los países, mientras ellos hacen o no su parte, nosotros como ciudadanos podemos hacer la nuestra, para gozar de los libros y la lectura, asumir nuestro ethos lector, es decir nuestro comportamiento como lectores, nuestro modo de ser lectores, nuestros hábitos, nuestro modo de ser en relación con los libros y la lectura.
Fotos: Bibliobús en el Centro cultural Guaracahi 2011, Biblioteca de la Villa Primero de Mayo, 2012.
Leer es un acto intrapersonal y colectivo al unísono, en los inicios es clave enfocarse en el proceso íntimo del aprendiz, dado que intervienen una serie procesos emocionales, racionales, y el aprendiz (puede ser un niño o un adulto que está siendo alfabetizado desde cero o en un nuevo idioma) necesita sentirse contenido, comprendido, respetado en sus valores y bagaje cultural. Si esto sucede, entonces el proceso de lectura será integrador, y leer se volverá una experiencia agradable. En el oficio de invitar a una persona a leer, en sociedades adversas a nivel de políticas culturales y educativas, donde las competencias lectoras no han llegado a su plenitud en los procesos educativos, es de gran ayuda explorar el ethos lector de los participantes con los cuales se desarrollan las actividades en los centros culturales, ya que desde ahí se podría responder a las ausencias instaladas en el sistema educativo y en las mismas familias con sus prácticas culturales. Esto se puede hacer desde todas las actividades que se generan en un centro cultural: teatro, cómics, cuenta cuentos, pintura, literatura, música, cine, danza, etc. dado que la lectura atraviesa todas las áreas del desarrollo humano y es necesaria en el aprendizaje de nuevas artes, ciencias y oficios.
En esta exploración que podría volverse un diagnóstico integral de lectura en los municipios, centros educativos y escolares, para determinar programas de lectura que respondan a las necesidades del ciudadano, acorde a las edades, priorizar los planes de lectura infantil y juvenil en sociedades cuya población mayoritaria son niños y jóvenes. Para ello es relevante ser conscientes de que en el ejercicio de ser humano lector intervienen aspectos sociológicos (Bordieu y Lahire en Sociología de la lectura), antropológicos (Michèle Petit en Leer el mundo), filosóficos (Paul Ricoeur Del texto a la acción), semiológicos (Barthes El grado cero de la escritura).
Desde estas lecturas particulares que menciono, más la propia experiencia como lectora, he observado que el génesis lector y las concepciones que tenemos de la lectura se construyen y deconstruyen junto a identidad del individuo y de la sociedad, y esto tiene que ver tanto con los libros, como con el idioma que hablamos, el bagaje cultural, los valores, las vivencias, los modos de concebir y comprender varían de un lector a otro, de un idioma a otro, más aún cuando hay idiomas sin escritura normalizada (el desafío de las lenguas originarias y la enorme necesidad del financiamiento para estudios lingüísticos), sino que se transmite desde la oralidad, como ha sucedido y sucede todavía con nuestras sociedades latinoamericanas y los desafíos de la alfabetización cualitativa, cuantitativa o por motivos socioculturales. Por lo pronto, para potenciar este aspecto sociocultural es clave contar con obras que exploran estos aspectos, en Bolivia tenemos, para niños y jóvenes, los mitos y leyendas de Liliana de la Quintana, por ejemplo la colección Urucú, que nace con tres títulos que pertenecen a las comunidades aymara, guaraní y ayoreode, también los cuentos de Mariana Ruíz, Homero Carvalho, Isabel Mesa, Gigia Talarico, Edgar Lora, Alcides Parejas, Rosalba Guzmán, etc., que expresan el registro sociolingüístico e histórico en sus líneas, cada obra de un escritor es memoria literaria y lingüística para el país.
Fotos: Biblioteca de Roboré de Chiquitos, Equipo de voluntarios de la Biblioteca para la realización de la Primera Feria del libro e inauguración,2014.
Fotos: Biblioteca de La Estación Argentina 2013, Primera Biblioteca de San Ignacio de Moxos 2008.
Fotos: Los autores Homero Carvalho y Felipe Parejas, con sus lectores en la Biblioteca de La Estación Argetina.
Con estas referencias, y sobre todo, la experiencia de cada uno de nosotros como lectores, se puede construir una pedagogía de la lectura, además de la observación y aceptación de las adversidades del contexto en el cual se ejerce el oficio de mediador, en diversos pueblitos, ciudades de Latinoamérica; hay una riqueza cultural inmensa en la cual conviene enfocarse mientras seguimos agenciando desde nuestra escritura y espacios de acción, mejores atmósferas para la lectura y más recursos para educación y cultura.
Vemos entonces que leer es una experiencia antropológica, sociológica, pedagógica y semiótica, que atraviesa al libro, que está dada por el génesis del lector y su concepción de lectura. En ese sentido, el papel del adulto en casa, asumiendo la lectura como una experiencia cultural, permitiría posicionarla entre las necesidades básicas de la familia, empezar contando historias familiares, compartir en familia algún libro que le guste, algún cuento, poema que sirva de pre texto para generar diálogos que enriquezcan más los alimentos a ingerir durante el desayuno, el almuerzo, las confraternizaciones, en lugar de comentar sobre las pajas en el ojo ajeno, podemos transformar nuestro ethos lector, replantear el valor de la lectura como una experiencia cultural junto a las experiencias culinarias familiares, poner el libro junto a los alimentos de la canasta familiar, como un alimento básico para el desarrollo humano.
Mientras más leo, me doy cuenta de que leer siempre fue como el juego de niña, en el cual hacía pozos en el patio de casa, cavar y cavar era un juego muy divertido, porque parecía que ahí encontraría un tesoro, en el mismo patio, y mientras cavaba encontraba palabras, imágenes, idiomas, juguetes rotos, pedazos de periódico, papel, huesos, piedras de distintos colores, muñecas o trenes deshechos, pasto, barro, ripio, y en cada detalle imaginaba lo que vive la gente que estuvo antes de nosotros en esa casa, leer es lo mismo, diría yo, cada libro leído permite cavar en la historia de sus personajes, sus autores, un contexto determinado, la propia imaginación, lo olvidado y lo pausado en algún momento de la vida, etc. ¡leer es cavar!
Foto: Cueva del Valle de Tucabaca, Santiago de Chiquitos, Santa Cruz,Bolivia, 2014.
Cuando empecé a enseñar lengua y literatura, fue un proceso parecido, no solo cavar, sino excavar en el mundo interior de los niños y jóvenes, desde la guía del texto creado y el texto propuesto por el Colegio De la Sierra, era maravilloso observar el proceso de leer y escribir, en niños de 9 años, se daba por ósmosis, por el simple hecho de invitarlos a excavar en su mundo interior, en su lengua, en sus variantes, en la de sus familias y sus culturas, con los adolescentes era excavar en el cielo o las nubes, para entender la composición química de sus procesos y no invadirlos, sino simplemente recomendarles lecturas que faciliten sus cambios y la etapa.
Un día mi estudiante Andrés, de 13 años, me preguntó; cuál era mi génesis lector, me devolvió la pregunta. Mi respuesta fue: “Leer en mi experiencia como lectora niña parte con la imaginación, desde lo ágrafo, desde las nubes, árboles y rieles que recorríamos con papá Roger, leer las letras en el micro con mi tía Sari, o escuchar las lecturas que hacía mi madre cuando llovía todo el día y nos quedábamos encerrados en el cuarto, leer en mi siguiente experiencia continúa siendo un acto poético de excavar, “arqueologizar” sobre el mundo emocional, mental, imaginativo, recuerdos propios mezclados con los de mis hermanos. Leer actualmente es también recordar a los estudiantes y sus familias, en especial con los cuales compartí mis inicios en el ejercicio del profesorado, leer luego en otro colegio donde me tocó trabajar, y jugar con una atmósfera que puede ser la cafetería, la biblioteca colgante, el patio, para respirar junto con los libros la historia que el mandato literario curricular imponía y había que leer -cueste lo que cueste-, casi siempre en el caso del colegio con biblioteca colgante, el costo era la ansiedad en los estudiantes por cumplir el mandato, muy distinto al colegio experimental donde el costo era inversión, para ingresar luego al aula, plenos de ideas que escribir, frescos después de la lectura al aire libre, listos para contar una historia en el género que mejor le fluya en la “vena” de cada estudiante.
Así, en este proceso de leer sola, con niños, con papá Roger, mi mamá, mi tía Sari, mis hermanos, vecinos, primo Pelitos, profesores, colegas, bibliotecarios, etc. mi génesis lector ha estado alimentado siempre por las intratextualidades, los diálogos interiores en cada pausa al final de un párrafo, mirando al vacío, para imaginar con mis propios recursos lo que pasa en la historia, el poema, la descripción enciclopédica del libro que estoy leyendo, para interpretarla, intertextualizarla con recuerdos de otros libros, películas, situaciones vividas, anécdotas.
Con los niños de la Biblioteca de Jorori, Programa de Lectura.
En los últimos años llegó la hipertextualidad impresa en mi cerebro lector, esa que hoy más que nunca se impone cuando leo no solo libros impresos, sino digitales, o más de un medio de prensa nacional e internacional a la vez, cotejando las fuentes y la información que llega. Todo esto se vuelve simplemente mi constante génesis lector, la permanente construcción y deconstrucción de leerme a través de los libros, de desencontrarme y preguntarme: qué más hay después de esto y lo otro, en este hábito lector, este goce por respirar la vida desde los libros (de diversas temáticas, géneros y formatos, para diversas edades), mi génesis lector se define como ese acto de escuchar a quien leo, su intimidad, respetarla, enojarme, reír, llorar, sentirla, vivirla con su autor; todo esto transforma enormemente el acto de leer en un acto poÉtico y político, un acto de plena democracia y libertad, donde junto a otros escritores, que son lectores, vivo la experiencia de leer como un papel siempre presto a ser escrito, como una experiencia cultural que late en mi día a día.