Un análisis literario de la filóloga y poeta Alicia Rioja, en relación a mi poemario Curucusí, publicado en su edición boliviana con el Grupo editorial La Hoguera y presentado en el Centro Cultural Feliciana Rodriguez, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra el pasado jueves 23 de noviembre del 2023.
Tal como el vuelo zigzagueante del curucusí, el poemario nos lleva a explorar nuestra memoria del monte, del agua de pozo, del río del diablo Choboreca al desconocido Nilo, del viento que a veces es susurro y otras es oleada, que nos transporta del desierto a las calles de tierra en Santa Cruz. Pasamos por el rito del café de las mañanas y de las tardes, de la madre y las tías, de la paz del domingo y del duelo para liberar lágrimas. Nos guía la luz por la espera, la llegada y la permanencia del ser amado, un maratón de calma. Todo enmarcado y cruzado por el sonido del tren que lleva en sus vagones el parto, la partida y la puerta de nuestra autora.
Es un poemario frenético que parte desde el útero vencido, que nos lleva en vagones a innovaciones lingüísticas cargadas de polisemias y evocaciones, que desde tierras coloradas chiquitanas nos traslada a las eslavas manos de su amada, pasando por calles santacruceñas, santiaguinas y paulistas para devolvernos al monte.
Me encanta la palabra “monte”. No precisamente es el bosque de enciclopedias o National Geographic, es más bien una maraña verde que, a quienes hemos nacido en el campo, nos acompañará por siempre. El monte es un VERde que hay que ver y caminar, es un susurro, un grito de viento, es una mente que nos habla, es Choboreca con su machete, cansado de que incendiemos la casa.
También están cansadas la madre y las tías, cansadas de ser las caderas del mundo, cansadas de parir para la guerra. Cansadas de la tra[d]ición del es po[z]so que [m]atándolas poseen sus úteros sin eros, cansadas del alfabeto del miedo. Ante esto, se destejen y se liberan porque estaban cansadas, ellas y más ellas, pero no calladas y con los callos de las voces, y el viento por arma, se elige poner fuego en el agua.
La imagen de la madre y la situación de las mujeres es respetuosamente dibujada porque, a pesar de las condiciones que han llevado a un parto, será el amor de la madre la que transforme la semilla del dolor arrojada con desdén y brote el amor en el fruto del vientre materno.
Hay tantos elementos de los que se puede hablar de este poemario, pero aquí nos tomaremos un momento, y visualizaremos el Curucusí. Para ello recurriremos a nuestra experiencia. Quizás sonreiremos porque esas luces las observábamos de pequeños, y veremos el bichito en nuestras pequeñas manos y recordaremos las manos de nuestras madres y recordaremos nuestra vos y nuestra alegría al ver la luz por un instante, y los momentos de espera para volverla a ver; y habremos evocado una emoción costurada a la memoria con hilos que transmitiremos a nuestros hijos y será por el poder de la palabra como influiremos en lo que ellos perciban y comprendan de ese momento mágico, de esa victoria de la luz del curucusí que viene a alumbrarnos esta noche, y sentimos calentito y hasta el viento se vuelve brisa, y nos damos la paz con la mirada.
Ahora bien, en Santa Cruz tenemos el Curucusí y el Tapiosí. Para mí el curucusí es el que tiene la luz en la pancita y es intermitente, como la luciérnaga. Sin embargo, he leído que ese es el Tapiosí y que el curucusí es de luz permanente y azulada, que en otros lados es conocido como el cocuyo o cucayo. Sea como fuera, el que encuentro en este poemario es con el que me he criado, ese de luz tenue y parpadeante, ese que nos muestra el camino, que nos muestra la oscuridad y monstruosidad del mundo, pero que nos da tiempo para digerir el horror y aprender otras luces interiores.
Finalmente, no solo se despliegan las alas del curucusí en un vuelo poético que atraviesa las emociones, sino que también se teje una narrativa lingüística multifacéticas. A través de innovaciones lingüísticas cargadas de polisemias y evocaciones, el poemario nos invita a escuchar el susurro del viento en múltiples registros y a contemplar la riqueza de las voces que resuenan en las calles de tierra y los montes que han sido testigos de la vida. En este viaje poético, la autora nos presenta una cartografía que va más allá de la geografía física, explorando la riqueza y complejidad de las lenguas y las historias que convergen en este rincón del mundo.