Aquí les dejo un relato de Sharáf y sus monólogos de adolescente.

Sharáf se levantó ese día contenta, se puso esos zapatos hechos con tronco de toborochi recién florecido que le pinchaban un poco los pies a modo de masaje para caminar y hacer terapia. Recordó esa pregunta que llevaba siempre con ella. No tenía nada concreto que hacer, ni ir a clases, ni comprar algún remedio, ni sacarse una muela, ni actualizar su blog, ni editar un par de eventos en las redes que administra…el día estaba a su disposición con esos signos de existencia.

Empieza por leer la BBC que llega directo a su bandeja de entrada en el mail y en su cuenta mutante del twitter, ve que en el mundo todo sigue sucediendo inexorablemente, Palestina, Gaza, Israel, Turquía, España y toda la cola de problemáticas generadas con el inventado estado-nación (sí con minúsculas, porque ya bastante importancia se le ha dado, y bastantes guerras sigue ocasionando el estado-nación) y las guerras religiosas que han alejado más y más a la humanidad de su esencia, empantanando con fronteras la mente y el día a día de los “más vivos” que discuten los diversos modos de matar-se sin que duela tanto y con altas regalías. Mientras que en algunos países construyen palacios para sus presidentes y éstos hacen que el pueblo les sirva en vez de que sirvan ellos al pueblo…pasa la vida y todos siguen pensando cómo participar de la fiesta global, de ese festín de hambre e injusticias.

Luego de esta lectura y monólogo, le cae un saludo de la red y del amigo que vive en Berlin, y que aprende Castellano con ella, mientras ella aprende Alemán, así transcurren dos horas de aprendizaje y romance virtual entre Sharáf y Spidermann (ese es el nickname de este alemán, que no quiere decir su nombre, porque además es divertido ser hombre araña entre las telarañas de las redes sociales).

Mientras Sharáf chatea con “su hombre araña”, tiene otras 5 solicitudes de amistad de mujeres maravilla y Batmann, esperando su confirmación, decide no darles nada todavía a esos superhéroes de las redes, porque tiene recuerdos que aterrizar en su día y elige ser la heroína de su propia vida, le causa risa saber cómo juegan en las redes al amor, y prefiere enredarse sola con sus recuerdos de esos otros, que han sido más de carne y hueso en su vida, y que al igual que ella; iban al cine, estudiaban, trabajaban, dormían, soñaban despiertos, se enamoraban, se desamoraban; otros que luchaban para tener algo de dignidad mientras pasan por la tierra, hacen una siesta y siguen su camino al cosmos.

Sharáf parecía una chica muy simple en su modo de hablar, reír y sentir, pero cuando empezabas a conversar con ella te dabas cuenta que su diálogo era transversal en tiempos y espacios, era un tanto indescifrable, hasta podrías pensar que no sabe hablar castellano y ningún idioma.

Sharáf sabía lo que debía hacer con sus pensamientos, lo que tenía que hacer con los otros, le gustaba hacerse la analfabeta, para ver el nivel de discriminación en el que puede caer el común de los mortales, así iba seleccionando a quiénes aceptar en sus diálogos y a quiénes mandar al buzón de basura.

Esa madrugada de insomnio, Sharáf se cansó de dibujar y de escribir, de leer y de ver pelis, había terminado sus tareas del cole, decide agarrar la pelota e irse a la cancha del barrio a pelotear, encestar un par de veces, luego tenía más energía y a eso de las 3 de la madrugada vuelve a casa, están todos dormidos, aprovecha el silencio para darse una escapada en su bici, encontrarse con algún lugar bullicioso en la calle, que calle sus pensamientos y la haga bailar desenfrenadamente.

Se encuentra un par de policías en la calle, un par de borrachines, se cansa de bicicletear y vuelve a casa. Se recuesta en el piso de su habitación, y mira cómo el ventilador da vueltas, otra vez vuelve a recordar a Sebastián, finalmente acepta que venga a su pensamiento su nombre real, recuerda todo lo experimentado con él, vivencias que le han dejado aprendizajes inconmensurables, con personas sublimes que ahora están presentemente ausentes; hoy ella debe escribir algo.

— ¡Sabía, sabía! finalmente, qué tenía que hacer un acto de fuerza para acoger el pensamiento que coarte el sentimiento y le permita recibir la carta que relate la comprensión y asimilación lúcida de que lo que fue ya no volverá a ser, porque, aunque quedan los aromas y el recuerdo sigue presente a pesar del Adiós, hoy ya no es ayer, y mañana depende de hoy; después de tocar las palabras en la memoria debía escribir respondiéndose a sí misma, en esta carta de letargos insensibles.

Sharáf dice para sí, con la mano adormecida, los dedos frágiles, lo intangible quebrantado, los ojos húmedos y ardiendo con el fuego de esto que está hoy quemando las cartas …El día sigue su maña (amanece, atardece y anochece), Sharáf puede hacer y deshacer con él, sin embargo, ha decidido detenerse debajo de un totaí, frente al toborochi madre, …se vuelve a dar a luz.

Recuerda que hizo todo su día con los zapatos de clavo, para olvidarlo todo, pero nada, a cada instante se detiene, se murmura con las zapatillas de clavo rotas y las de tronco de toborochi recién florecido punzándole la planta de sus pies, provocando un monólogo a modo de catarsis: “Voy caminando, corriendo, encontrándote escuchando las bombas que caen en Bagdag y Siria, el mundo es uno solo y estas bombas caen también en mi casa, en mi cabeza”.

Al terminar el monólogo le cae un totaí en la cabeza y le recuerda que hay gravedad, que todo está grave, su vida, su amor ausente, que todo cae…¡que se deje de huevadas y salga a vivir!

Ilustraciones de Verónica Lis, carboncillo.

 

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