Conocí a la profe Gaby en sus talleres de lectura en la Escuela Normal de Maestros, mientras yo era estudiante de 18 años, conocí su arduo trabajo con el proyecto de lectura y bibliotecas Turuchapitas.
Gaby fue escritora y formadora de formadores, la pude conocer un poco más en los congresos IBBY; el 2007 fuimos con colegas del Colesierra (donde yo era profe), di una ponencia sobre Bibliobarrios de Santa Cruz el año 2008. Desde entonces, cada año, mientras viví en Bolivia, participé de los congresos IBBY y de las jornadas que ella gestó con tanto amor y dedicación, en las Ferias Internacionales del libro de Cochabamba.
El año 2008 yo era una perfecta desconocida en el mundo de las letras, me acerqué tímidamente a ella para que lea mi poemario Versos de agua, publicado con editorial El País (el apoyo de Ricardo Serrano), y el apoyo de mi tía Sari y mi Mamá. La maestra Gaby se dio el tiempo de atender mi solicitud con tal dedicación y esmero, que solo tengo gratitud con ella, guardo su prólogo y recuerdo nítidamente su compañía esa noche en la presentación de la FIL de Cocha, del año 2008, aquí una foto de aquella noche.
Comparto su prólogo:
« Cualquier aproximación a la poesía es siempre un acto menor que crear poesía. Cualquier intento de interpretarla, es un acto aventurado en lo inasible. Tal vez es creer en que tenemos la capacidad de alcanzarla y al mismo tiempo, la comprobación que ella, la poesía, se va rauda, fina, evasiva, provocándonos una vuelta interior, una sacudida que dura casi lo que duran la lectura y las palabras. Para mí, la poesía siempre ha sido una intensidad fugaz que nos visita a los seres humanos para dejarnos mejor el alma. Así son los «Versos de Agua» de Claudia Cecilia Vaca, nos visitan, nos dejan su intensidad y nos dejan mejor el alma. Queda además, cuando se lee un poemario, una devota admiración por el manejo de los sentimientos, las ideas y las palabras que poseen los que develan la intimidad poética.
Claudia sufre como todo ser viviente, pero es una máquina de fabricar dichas, emociones buenas y benditas como devolución al dolor, también denuncia cuando hay que hacerlo, no por ella, si no como parte de su bondad, para prevenir a otros de posibles abusos, denuncia como modo de cuidar a quienes ama, porque a ella le duele, pero tiene el coraje de hacerlo, como mecanismo de cuidado al otro. He leído muchas veces y he escuchado decir que casi es imposible escribir acerca de la felicidad, que el mejor motor del arte es el sufrimiento. Quizá Claudia empieza también en el dolor, pero termina reconciliándose con la vida y sabe escribir también sobre la felicidad.
Existe en ella una transformación estimulante, una rebeldía juvenil poderosa para no dejarse acabar o anular, generalmente situada en el último capítulo de su poemario. En algunos poemas suele haber un estado de humillación, que arremete luego con gloria, porque la humildad de Claudia al escribir desde las heridas ardiendo, eso es lo que hace su poesía fuerte y auténtica. La sola presentación que ella hace en su autobiografía, basta para situarla como un ser poético de bondad.
Claudia expresa la poesía como salvación, como clarificación del íntimo proyecto de vida. Una característica destacable en sus Versos de agua es la brevedad poética para comunicar la densidad de su corta vida, llena de experiencias profundas y difíciles, que ha superado con estoicismo. Muchas de las páginas son verdaderas joyitas literarias, por la simultánea hondura que emanan sus palabras, veamos algunos de sus versos:«Debes saber que aún salpicas mi alma
Debes saber que aún galopas mi ser.
Debes saber que fuiste mar y me ahogué en ti.
Debes saber que si vuelves
tengo un barco y sé nadar.»
Otro de sus poemas dice:
«Así como las redes no detienen el agua
así como los labios y la voz
algo se va perdiendo en la memoria
el corazón se cierra cual flor nocturna
la mente se abre cual llanto de un recién nacido»
Estoy segura que lo que más destaca la poesía de Claudia Cecilia es la lealtad a sí misma. No quiere parecerse a nadie, es ella a su manera. Inclaudicable en los fracasos que le dan una sabiduría vigorosa como su juventud. »
En febrero del 2019 fui a Cochabamba a dar una conferencia sobre el Ethos lector, fue la última vez que nos sentamos a tomar un café y conversar sobre nosotras, nuestros dolores y alegrías, la lectura, los esfuerzos inmensos desde distintas latitudes y colectivos de lectura en Bolivia, y cómo eso no alcanza para resolver las brechas enormes de comprensión lectora y acceso a libros, educación, espacios para potenciar la mente y el espíritu, intercambiamos nuestros escritos, yo le expresé mi eterna gratitud y ella sonrió, me dijo:
– Ya no me digas profe, ahora somos colegas, tenemos mucho trabajo que hacer, seguí adelante.
Gaby Vallejo deja un legado trascendental en la educación y literatura, nos queda honrarla trabajando por una causa común: la lectura, la educación, la literatura para niños y grandes.