A lo largo de nuestras vidas se nos ha enseñado la Comprensión de diversos temas desde una perspectiva dicotómica, es decir desde las nociones de blanco y negro, malo y bueno, La famosa dialéctica o la ley de contrarios. Si bien este pensamiento es predominante aún en nuestro subconsciente, hoy por hoy, es esencial empezar a desaprender este modo de entender diversos temas, situaciones, fenómenos de nuestra vida. En este sentido reflexionaré partiendo de algunas lecturas sobre Ética y Filosofía.

Para San Agustín el ser humano está compuesto por alma y cuerpo, la naturaleza misma del hombre tiende a la felicidad, sin embargo de los caminos para llegar a esta a veces son erróneos, y es aquí donde se nos plantean cuestiones éticas que desde el cristianismo y el platonismo le permitieron a San Agustín desarrollar su filosofía; la misma que sustentará las bases de la educación cristiana en la cual hemos sido educados más de cinco siglos, la mayoría de los seres humanos que habitamos el planeta seamos o no católicos, o de cualquier otra religión. El poder del cristianismo fue tal a nivel estructural político y social que se asentó sobre las bases políticas, sociales y educativas del mundo, sobre la psiquis misma de las personas, incluso de las más ateas y agnósticas.

Siglos después el sacerdote y paleontólogo, experto en Ciencias Naturales, Teilhard du Chardin se planteará cuestionamientos parecidos, para desarrollar su tesis de la existencia física del alma desde los principios de la Paleontología, la Biología y los combinará con la Teología; dialogará desde alli con la Filosofía platónica y aristotélica; para cuestionar las eternas dicotomías del bien y el mal, del cuerpo y el alma.

En este sentido, después de las lecturas platónicas, aristotélicas, agustinas y teilhardianas establezco desde los Agustinos pensamientos, un Diálogo de frases entre las reflexiones éticas de San Agustín y las de los padres del pensamiento de la religión Bahá´í y finalmente mencionaré el planteamiento de Teilhard du Chardin, respecto a: ¿dónde podría estar el alma ?,  para abordar el pensamiento de lo multidimensional y  expansión de la conciencia, para comprender diferentes procesos, situaciones, momentos, conceptos que nos circundan desde esta lógica de que somos capaces de ver y entender desde diversas perspectivas, lentes, paradigmas, una situación, y desde allí podemos desarrollar la empatía como virtud esencial en el siglo XXI.

Para desarrollar este marco filosófico, San Agustín parte de las ideas de Platón, sus reflexiones acerca la Fe, el bien y el mal, la verdad y la mentira. La idea de que Dios es la Verdad y está en algún lugar proviene de esa noción de que en algún lado hay algo estático que nos contiene y nos ordena, pero también es como un antecedente de descartes porque es quien plantea que aunque los escépticos duden de todo el no puede dudar de que esta dudando. Entonces el ser humano es experiencia subjetiva del mundo, hay algo más allá de lo material, y desde este sentido algo se ordena a partir de lo metafísico, en el fondo el Ser Humano es alma, dirá San Agustín, luego dirá que el cuerpo puede llevar a “felices errores ”, pero no el alma, el sentido del ser es el alma, y ese sentido se anida en la razón, si no tuviéramos alma no tendríamos razón y en tanto la razón se anida en una entidad que no es concreta ni material, que lo material es posible desde ella en tanto tengamos la capacidad humana para intuir o comprender a Dios, la Fe es esa relación entre la razón y el alma, que se apoyan mutuamente.

Siguiendo con los planteamientos de estos capítulos, tomaré la frase de San Agustín «Bastele al humano creer que todas Las cosas han sido creadas por la bondad y  son infinitas de la Trinidad y que son buenas» Siguiendo el diálogo filosófico me remitiré a una frase del fundador de la religión Bahá´í cuando desarrolla uno de los principios de la misma: «El Ser Humano es noble por naturaleza», en ambos casos se afirma que el estado natural del ser humano es el bien, sin embargo si no se cultiva en virtudes que lo lleven al bien obrar, estará tentado y caerá en el error. Este principio es común en ambas religiones (cristianismo y Fe Bahá’í). Por lo tanto la educación y las familias podrían enfocarse en generar espacios de aprendizaje que incentiven el cultivo de las virtudes máximas: solidaridad y honestidad, de modo que una gran parte de la crisis ética que se atraviesa hoy en día sería resuelta sin necesidad de arcas monetarias (aunque suene utópico, ¿de dónde vienen nuestras mejores obras como humanidad?, pues de las utopías e idealismos). En este camino del desarrollo de virtudes, podríamos soñar, todavía, con una sociedad virtuosa, con personas virtuosas, que en todo caso, si caen en el error, sabrán darse cuenta, para aprender y seguir desarrollando su conciencia, porque a eso vinimos, a ser felices y desarrollar nuestra conciencia.

Respecto al «error», San Agustín dirá que este es producto de hacer algo y decidir mal, el “feliz error” sera aquello que preferible haberlo hecho, que no haber hecho nunca nada, entre lo verdadero y lo falso elegir lo falso es caer en el error, aunque también habrá un momento en que al elegir lo verdadero, erremos igual, porque puede que sea lo verdadero basado en algún prejuicio que generará perjuicios. San Agustín dirá que finalmente todo «pecado» perjudica más a quien lo genera que a quien lo recibe, así como la mentira, perjudica más a quien la genera que a quien la recibe. Respecto a la verdad, San Agustín dirá que quien miente es mas pecador que quien cree en la misma y la repite, cayendo en la murmuración y la calumnia. Vemos entonces que en la religión Cristiana será pecado mentir, mientras que en la religión Bahá´í estará falto de virtudes y conciencia aquel que miente y murmura, en una palabra oculta se hace referencia a ello: «La murmuración es el peor mal de todos» esto porque tanto mal hace a la humanidad que puede generar guerras, como lo hemos visto en las dos guerras mundiales y los conflictos entre países hermanos en Latinoamérica, así como en disputas familiares históricas, rupturas de amistades, etc. En la Teosofía se desarrollará este principio desde la cualidad del discernimiento como la base para romper con la rueda kármica del error y el mal, la verdad y la mentira, desde la Teosofía se puede comprender que estas nociones dicotómicas no son esenciales, si se aprende a discernir desde lo multidimensional. Siendo entonces el discernimiento: la facultad racional y espiritual para no caer en dicotomías y sobre todo para potenciar el uso de nuestra innata multidimensionalidad de como seres humanos.

Respecto a la verdad y la mentira, Bahá’u’lláh expone que la veracidad es la base de de todas las virtudes, y la Justicia la Amada de todas, como consecuencia de la veracidad. Siguiendo con el diálogo Agustino, éste dirá que hablar con la verdad es propiciar la Justicia, mientras que mentir es negarle a alguien su derecho a actuar desde la verdad, mentir es robarle la verdad a otro, mentir nos lleva a dos pecados: el robo y la mentira como tal, ambas privan de libertad, la roban.

Seguidamente San Agustín dirá que la verdadera libertad consiste en la caridad, en la alegría del bien obrar y el bien obrar sucede cuando la caridad, que es la misma solidaridad se asientan en la acción del ser humano. La Fe Bahá’í dirá que la mayor libertad y buen ejercicio de nuestro libre albedrío esta en servir, servir es amar y ello alegra el alma. Luego San Agustín desarrollará la idea de que el bien obrar consiste en disponer nuestros talentos y tiempos para hacer el bien, de este modo nos hacemos dignos de Dios.En el Enquiridión San Agustín afirmará que cuando se tiene Fe, Dios obra un través de nuestros cuerpos, y si tenemos Fe, haremos el bien, porque cuando la voluntad del hombre y la misericordia de Dios se unen, sucede la obra divina.

San Agustín en esencia planteó la dicotomía del bien y el mal, del cuerpo y el alma, dado que la una existe porque existe la otra, esto es así, para ayudar al ser humano a desarrollar su Fe, y que Dios pone el mal porque sabe que el ser humano está capacitado en virtudes y su estado natural es: ser bueno, que podrá transformar cualquier ausencia de bien en bien; porque la bondad del ser humano es mayor y el ansia de vivir en el orden divino también. San Agustín compara esta dicotomía del bien y del mal con el estar enfermos o estar sanos, concluye diciendo que el mal es ausencia del Bien, como la enfermedad es ausencia de salud, para ambos casos, me remitiré al estilo de vida de la Comunidad Bahá´í que dice que el mal (entendido como debilidad de carácter y espíritu) se asienta sobre alguien porque le falta alimento espiritual, y que dicho alimento puede adquirirse mediante la Oración, la Meditación, el servicio a la causa divina, el estudio de libros sagrados y el rodearse de personas ricas en Fe y virtudes, personas loables que enriquezcan el espíritu del confundido.

San Agustín dice: «…todos los defectos de las almas son privaciones de bienes naturales», aquí vemos entonces que él concibe la enfermedad como algo del alma, que se manifiesta y hace carne cuando no ha sido resuelto algún mal que aqueja al alma, plantea también que una vez resuelto aquello que angustia al alma, el cuerpo será sanado, esta frase me remonta a los libros de Bioenergética que hoy están vigentes en las lógicas de tratamiento de enfermedades crónicas del cuerpo, el principio de esta medicina Bioenergética es de carácter metafísico, y así como San Agustín afirma que la que se priva de salud es el alma y que esta ausencia de salud se traslada al cuerpo, pero a la vez expone que al ser sanada el alma, se irá la salud al cuerpo y el bien triunfará, dicha medicina trabaja la raíz de la enfermedad desde el equilibrio de energías que habitan en el ser humano, enfatizando en las emociones positivas y la bondad, entendiendo el estado anímico de las personas. Una vez más, tanto San Agustín como Bahá´u´lláh y las ciencias alternativas médicas de hoy que acuden a aspectos científicos y metafísicos, como la Bioenergética
y la Homeopatía, que plantean que cuando el alma está libre del mal, la vida física de quien habita determinada alma fluirá en el bien y la salud.

En el Enquiridión, San Agustín afirma que los muchos sabios séran la salud del mundo, dicha afirmación la retomará, siglos después, el sacerdote y científico Teilhard du Chardin en su libro “El pensamiento religioso”, hablando de la Noocracia, como el gobierno de los sabios que darán salud al mundo, desde allí se remitirá al principio filosófico y biológico de: Rizomático, cuando habla de la salud y el bien, dirá que ambas se expanden rizomaticamente en el sistema inmunológico y neurológico de las sociedades, permitiéndole al ser humano desarrollar su bondad. La palabra proviene de Rizoma que en léxico botánico significa: la raíz que se expande hacia su alrededor y hacia las profundidades en un territorio. Teilhard du Chardin trasladará este concepto al ámbito filosófico y teológico, para decir que hagamos de las virtudes algo rizomático, en nuestro caso, podríamos empezar por el amor, que se expanda hacia nuestro alrededor y hacia la profundidad de nuestro ser, que se vuelva raíz, como el pasto que crece en el jardín.

Se nos desafía desde estos diálogos filosóficos y éticos a actuar rizomáticamente desde nuestra Fe, nuestra Buena Voluntad y nuestra Solidaridad, para seguir, como dice San Agustín «cultivando la alegría en nuestro espíritu», la misma es otorgada por el buen obrar, que es sabiduría manifestándose en nuestras vidas, porque un hombre sabio es acción y reflexión de esa acción, no así intelecto ajeno a la realidad que lo circunda, la fe será entonces sabiduría hecha acción, talento desarrollado puesto al servicio del bien común.

Referencias:
El Enquiridión de San Agustín, Clásicos básicos, México, Edición facilitada por UAH, Dr. Pablo Salvat.
Ciudad de Dios, Edición Anémona, México, 1987.
Palabras ocultas y reflexiones de los 7 valles de Bahá´ú´lláh.
Apuntes de Fundamentos de la ética con el Dr. Pablo Salvat, Universidad Alberto Hurtado, 2017.
Apuntes de Filosofía y antropología con Profesora Nancy Bozo, Instituto María Goretti, 2001.
El pensamiento religioso, Teilhard du chardin, Clásicos básicos, Instituto Emannuel Monier, 1997.

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