Una democracia sólida no se sostiene solo en elecciones periódicas ni en la retórica de líderes que apelan al miedo. La democracia profunda —como la llama Arnold Mindell— requiere algo más: la integración de la política, la educación y la filología, junto con una ciudadanía que fortalezca su corteza prefrontal, es decir, la capacidad de reflexionar antes de reaccionar.
Un país herido no necesita más fuego
Bolivia atraviesa una crisis estructural: inflación, desabastecimiento de alimentos, diésel y medicamentos, instituciones fracturadas y familias que peregrinan por conseguir productos básicos para su salud y canasta familiar con precios accesibles a sus bolsillos. Ese es el país real que exige soluciones serenas y viables, decisiones económicas que saquen al país de la urgencia cotidiana y de la crisis generalizada. Bolivia no necesita promesas huecas, bonos inviables ni líderes encendidos de ira e impulsividad.
En este escenario de crisis, la dupla Rodrigo Paz–Edman Lara emerge con fuerza electoral en la primera vuelta de las elecciones presidenciales 2025. Pero en sus interacciones comunicativas lo que transmiten no es equilibrio, sino contradicción e inestabilidad: Paz intenta representar a su apellido; Lara, en cambio, se desborda con gritos, insultos, amenazas y retórica vacía. Es un “liderazgo” que se aprovecha de la condición vulnerable en la que está el pueblo boliviano, apela a la amígdala, el centro emocional del cerebro que activa el miedo y la rabia, anulando la corteza prefrontal, responsable de la empatía, la reflexión y el juicio.
Democracia profunda vs. democracia superficial
Una democracia superficial se alimenta de eslóganes y polarización. Una democracia profunda escucha todas las voces —incluso las incómodas— y transforma los conflictos en aprendizaje colectivo. Sin embargo, el populismo que se apoya en la ira y los impulsos clausura el diálogo, divide a la sociedad en trincheras y convierte a los adversarios en enemigos.
La política sin educación crítica se vuelve espectáculo. La educación sin filología pierde la capacidad de enseñar a leer entre líneas. Y la filología —el arte de analizar palabras, lenguajes, discursos y matices— es indispensable para detectar manipulación, distinguir emociones de argumentos y desarmar los discursos que buscan atizar la rabia en una población quebrada y desesperanzada por 20 años de robo legalizado disfrazado de socialismo. Juntas, estas tres dimensiones blindan a la democracia contra la manipulación y permiten a la población decidir con claridad el liderazgo que necesita en este momento crítico de su historia.
Tareas ciudadanas: activar la corteza prefrontal colectiva
El desafío no recae solo en los políticos; también corresponde a la ciudadanía. Como recuerda el doctor en Medicina y Neurociencia Francisco Mora, “solo se aprende lo que se ama”: es decir, solo cuando las propuestas despiertan emociones positivas y confianza pueden ser comprendidas y asumidas. Programas claros, viables y transparentes en lo económico permiten a la población anticipar cómo se generarán los recursos necesarios para salir adelante como país, y eso activa la corteza prefrontal colectiva, favoreciendo decisiones racionales.
Para que ello ocurra, la ciudadanía debe ESCUCHAR con atención y saber diferenciar una propuesta de una promesa: una propuesta plantea cómo estabilizar la inflación, cómo financiar un plan de empleo o cómo modernizar el sistema educativo; una promesa, en cambio, ofrece bonos sin explicar de dónde saldrá el dinero o asegura soluciones mágicas a problemas estructurales. Si el pueblo se deja arrastrar por promesas populistas cargadas de resentimiento e ira, en lugar de atender a propuestas sensatas y serenas, la democracia se empobrece.
Los ciudadanos podemos fortalecer la democracia con prácticas concretas:
• Lectura reflexiva: leer prensa confiable y libros que amplíen el pensamiento crítico; revisar en juntas vecinales o en familia los programas de los dos candidatos que han quedado para la segunda vuelta en octubre 2025; leer en voz alta, analizando y conversando cada propuesta de programa.
• Educación emocional: observar cómo reaccionamos ante discursos iracundos o promesas demagógicas, populistas, impulsivas, sin hoja de ruta, y reconocer qué emociones generan esas promesas, qué sensaciones llevan a la población a querer elegir determinada opción.
• Diálogo abierto: practicar conversaciones difíciles entre ciudadanos, con serenidad, incluyendo voces divergentes, como sugiere la democracia profunda de Mindell.
• Autoevaluación cívica: antes de votar, preguntarse: ¿decido desde la amígdala (miedo/ira) o desde la corteza prefrontal (razón/reflexión)?
• Participación colectiva: involucrarse en organizaciones barriales, culturales o cívicas que construyan confianza y cooperación. Aquí los politólogos, sociólogos, historiadores, economistas y profesores pueden ser una guía en los diálogos abiertos.
Tareas de los candidatos: serenidad, conocimiento técnico y ternura
La otra mitad de la ecuación corresponde a los líderes que aspiran a gobernar. La crisis de Bolivia no se resolverá con héroes improvisados ni justicieros de uniforme, sino con estadistas capaces de combinar técnica y humanidad.
Los candidatos tienen tareas ineludibles:
- Priorizar soluciones reales: hablar de economía, abastecimiento, salud y empleo, diversidad cultural, integración y cohesión social, neurodivergencia, seguridad para las diversidades afectivo-sexuales y actualización del sistema educativo acorde a las demandas del siglo XXI y a las exigencias de competencias educativas planteadas por la UNESCO (2022), entre ellas la comunicación intercultural, la literacidad digital, la literacidad crítica y la educación financiera. Aquí la diferencia es crucial: una propuesta muestra cómo se financiará el sistema de salud o cómo se estabilizarán los precios; una promesa solo repite que “la salud será gratuita” o “la inflación bajará” sin un plan que lo respalde.
- Usar un lenguaje responsable: moderar la retórica para no encender la amígdala colectiva; elegir palabras que unan, no que dividan. Un líder debe ser consciente de su léxico y lenguaje corporal: tiene una responsabilidad comunicativa y pedagógica con un pueblo que está asustado y lleno de miedo porque no sabe cómo resolver la crisis económica de sus familias ni cómo llegar a fin de mes. En este contexto, diferenciar propuestas serias de promesas vacías es también una forma de cuidar la salud mental colectiva.
- Escuchar lo incómodo: incluir a sectores marginados en la deliberación, como propone la democracia profunda. No repetir errores históricos de exclusión de minorías culturales o sexuales ni de sectores socioeconómicos marginados. El reto aquí es ESCUCHAR y reconfigurar programas vigentes para que se transformen en propuestas concretas, no en promesas de campaña.
- Practicar transparencia: rendir cuentas de manera clara y accesible, fomentando la confianza ciudadana. Es esencial tener la capacidad de explicar cómo se llevará adelante el plan de gobierno, llegar a distintas zonas y realidades de Bolivia, sin subestimar la inteligencia de la población, pero también sin confundirla con promesas que no se pueden cumplir.
- Encarnar serenidad y ternura: transmitir calma y contención emocional en tiempos de incertidumbre. No prometer lo que es inviable ni generar ilusiones; explicar con claridad que no hay magia en la gestión pública de un país quebrado, y que lo que se necesita son pasos claros, sector por sector, convertidos en propuestas viables y compartidas con la ciudadanía.
Propuestas vs. Promesas: cómo distinguirlas
Propuesta |
Promesa |
Explica el cómo: plan, hoja de ruta, fuentes de financiamiento. |
Se limita al qué: “daremos bonos”, “habrá empleo”, sin detallar mecanismos. |
Presenta viabilidad económica y técnica. |
Ignora costos y recursos necesarios. |
Es transparente y puede evaluarse. |
Es ambigua y no verificable. |
Busca generar confianza racional. |
Apela a emociones inmediatas (miedo, esperanza, rabia). |
Puede rendir cuentas en su ejecución. |
Se diluye después de la campaña. |
La población debe tener muy claro que un liderazgo que apela a la ira puede ganar elecciones, pero no puede sostener una democracia profunda, y menos aún devolverle la institucionalidad. Bolivia necesita líderes que piensen con rigor, hablen con honestidad y actúen con ternura, cuidando a la población que ya tiene bastantes heridas abiertas después de 2019.
Bolivia no necesita héroes improvisados
Cinco años no bastarán para resolver todas las crisis, pero pueden servir para estabilizar el país y recuperar la seriedad y eficiencia de sus instituciones. Lo que Bolivia necesita no son héroes improvisados, sino estadistas: personas con conocimiento, redes internacionales y, sobre todo, serenidad y ternura para acompañar a un pueblo cansado.
“No necesitamos más ira; necesitamos ternura.
No necesitamos héroes improvisados; necesitamos cirujanos de la economía y arquitectos de la paz social.”
La decisión está en nuestras manos
El pueblo boliviano debe elegir si seguirá votando con la amígdala, alimentando discursos de odio, o si se atreverá a activar su corteza prefrontal colectiva. Si lo hacemos, construiremos un país con una sociedad cohesionada y plural, donde la democracia profunda deje emerger la sabiduría del pueblo y logremos salir de la crisis institucional y generalizada que hoy nos atraviesa a todos los bolivianos.
El camino no será fácil, pero la tarea es clara: serenidad, conocimiento, lectura crítica y ternura. Lo demás es humo.
Bibliografía recomendada
Democracia profunda y teoría política
• Mindell, A. (1992). The Leader as Martial Artist. HarperCollins.
• Mindell, A. (2002). The Deep Democracy of Open Forums: Practical Steps to Conflict Prevention and Resolution. Hampton Roads.
• Habermas, J. (1992). Faktizität und Geltung (Facticidad y validez). Trotta.
• Nussbaum, M. (2010). Sin fines de lucro: Por qué la democracia necesita de las humanidades. Katz Editores.
• Todorov, T. (1995). La vida en común: Ensayo de antropología general. Taurus.
Educación y neuroeducación
• Mora, F. (2013). Neuroeducación: Solo se puede aprender aquello que se ama. Alianza Editorial.
• Spitzer, M. (2002). Learning: The Human Brain and the School of Life. Springer.
• Siegel, D. J. (2012). The Developing Mind: How Relationships and the Brain Interact to Shape Who We Are. Guilford Press.
• Mora, F. (2018). Neuroeducación y neurodidáctica. Alianza Editorial.
• Spitzer, M. (2012). Digitale Demenz: Wie wir uns und unsere Kinder um den Verstand bringen. Droemer.
Filología, lenguaje y pensamiento crítico
• Ricoeur, P. (1986). Del texto a la acción: Ensayos de hermenéutica II. Fondo de Cultura Económica.
• Eagleton, T. (1996). La función de la crítica. Paidós.
• Gadamer, H.-G. (1990). Verdad y método. Sígueme.
• Eco, U. (1990). Los límites de la interpretación. Lumen.
Política, pedagogía, ciudadanía y educación crítica
• Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
• Dewey, J. (1916). Democracy and Education. Macmillan.
• Sen, A. (1999). Development as Freedom. Oxford University Press.