El libro Maldito hippie comunista nos desafía a romper con las dicotomías en el proceso lector, en el proceso de diálogo con el texto y el con-texto, cada cuento de este libro me recordó la dimensión de la lectura como acto privado (como dice Barthes en El grado cero de la escritura y el Placer del texto) en cuanto a acto identitario (el lugar y los paradigmas desde donde leo y converso con los personajes  y el autor, los idiomas interiores que sobrepasan la norma del idioma domado por las reales academias de lenguas).

Lo dialógico también se vive, desde la interioridad del sujeto-lector y sujeto-autor, la necesidad nata de superar la normatividad de la palabra escrita (de no dejarnos sujetar por la escritura), este libro nos desafía a soltarnos a la experiencia de los personajes en cada cuento, a no dejarnos normar ni siquiera por el habla, ni siquiera por las imposiciones de la dictadura, que como diría Ricoeur en su obra Del texto a la acción: “a veces la palabra, el lenguaje se vuelven nuestra dictadura, nos limita y coarta”; Edgar Lora, escritor y notable profesor boliviano, en su pleno dominio de la bestia lengua-norma, y sus variantes en el territorio boliviano, rompe con la dictadura de la palabra y la normatividad, nos ahonda en la experiencia articulada de sus personajes, lo logra desde una implosión filosófica, sociológica y antropológica en el interior de los cuentos y el textil con el cual re-viste (y observa) a sus personajes, para imprimirlos más que en el papel, en el imaginario de sus lectores y la historia de nuestro país.

Cada cuento del libro, sus personajes, conmueven y sacuden una serie de paradigmas en torno al comportamiento dado por el condicionamiento del hombre y la mujer en tiempos de dictaduras militares (y emocionales). El registro lingüístico de la diversidad boliviana en sus personajes, la profundidad con la que hablan en el campo y la ciudad, la recreación de estos ambientes transporta a oler, tocar, mascar, morder, saborear, oír y desoír cada historia, desde Demetrio, hasta Inocencio. Especialmente el personaje de Inocencio en el cuento que cierra el libro, me transmitió paz y sabiduría, las frases sabias y místicas del personaje Inocencio en un medio ambiente rudo, y una vida llena de duelos. Me dejó con sabor a más narrativa suya profe Edgar Lora. El libro completo recoge modos de ser, hacer y expresarse del boliviano y registra el filo de la vida humana en tiempos de dictadura.

El cuento: Los rostros de Demetrio denuncia con humor gris (ni blanco, ni negro), la violencia de una sociedad, se desenmascara la hipocresía y el miedo a hablar, se retrata las mentiras, las murmuraciones y sus velorios cotidianos calcados en la vida de una persona. El cuento empieza como un relato que expresa el racismo, pero el personaje Madre (así con mayúsculas) da el giro a la historia, poniendo valores que un adolescente no logra aplicar por sí solo, pero obedece los mandatos de la Matriarca y transforma su carácter, pide disculpas, se hace amigo del borracho violento, come opas del pueblo, etc. Los rostros de Demetrio están vivos en el pueblo, producto de la violencia, la amistad y la venganza también, la subjetividad de los personajes recreados retrata los momentos más íntimos de la dictadura emocional y de ignorancia a la que se someten día a día los seres humanos. Incluso en tiempos de Democracia, la dictadura mayor sigue siendo la del miedo.

En estos cuentos hice link con obras de cine y novelas de otros autores, escenas de la película El crímen del padre Amaro y de la novela Santa Putana de Frederic Valmain, se vive la experiencia del “Santo Putano” en cada uno de estos seis cuentos. El registro y los giros del habla, con la cual se comunican los personajes le da autenticidad y sello sociolingüístico al libro. Los 6 cuentos y el potente hippie comunista revelan el rostro interior, lo que late debajo de la piel, en los huesos de quienes vivieron estos tiempos y de quienes viven la dictadura del miedo en plena democracia, frágil, pero existente.

Intuí aires místicos entre medio de cada dictadura,  la dictadura que narra el profe Edgar Lora, desde mi lectura, más que la de los militares y el contexto histórico en el cual se desenvuelven sus personajes, es una dictadura del ser humano sobre sí mismo, los vicios y hábitos que el ser humano genera en su día a día, en estos contextos y en otros, la traición, la infidelidad, la deslealtad, la sed de venganza, la discriminación, el miedo, etc. son vicios al “ser-vicio” de la dictadura militar y el contexto histórico, son avivados por ese momento de ebullición y ganas de someter al otro, al diferente y al igual, al débil y al fuerte.

El rol de la mujer en este contexto es descrito con total honestidad y sin filtros, la mujer ocupa el rol de sujeto vital en la transformación del individuo en cada cuento, se describe el machismo exacerbado, la brutalidad del macho, y también la voz y vitalidad de la matriarca, la sensualidad de cada mujer está dotada de un poder infrahumano, la sublimación y los superpoderes con los cuales dota a algunos de sus personajes (como en Todas las que fuiste), las deja en posición de matriarcas todopoderosas resueltas a devorar a quien joda su paz. El personaje masculino de estos cuentos está lanzado a la voluntad de la mujer; la misma brutalidad del macho, lo lleva a esa “suerte”, la decisión tomada por la mujer detonará el futuro del hombre, explícita o implícitamente, en cada cuento.

¡Disfruté el estilo narrativo crudo y místico, al unísono!

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