“La falsa comprensión te enseña que cosas tales como la luz y la sombra, el largo y el alto, lo blanco y lo negro son diferentes y tienen que ser discriminadas; pero ellas no son independientes una de la otra; ellas son aspectos diferentes de la misma cosa, ellos son conceptos de relación” Buda.

¿Qué políticas públicas se pueden aplicar para disminuir la desigualdad en América Latina y con qué horizonte temporal?, es la pregunta planteada para flexionar nuestro pensamiento, tres son los aspectos a considerar aquí: políticas públicas, implicancias de la desigualdad en cuanto causas y consecuencias sociales, finalmente plazos, tiempos para que el verbo convocado: disminuir, sea una posibilidad, un logro. En este sentido y desde el planteamiento de Buda, centraré mi análisis en las relaciones (como sustantivo y como verbo) entre diferentes e iguales en américa latina. Cabe decir que esta pregunta nos convoca a establecer relaciones multidisciplinarias, de carácter epistemológico, etimológico, ético, económico, por lo cual exige flexiones de pensamiento y argumentación dialogadas y de encuentros o desencuentros, entre una y otra lectura.

Argumentaré desde las lecturas del sociólogo Göran Therborn, los economistas Paul Krugman y Gonzalo Martner, así como desde mi comprensión de lecturas sobre perspectivas de la economía, reflexiones sobre datos actuales de la economía latinoamericana, artículos leídos estos meses sobre la situación de nuestro continente. El objetivo de mi ensayo será describir las posibilidades de asumir esta realidad de la desigualdad, partiendo de aspectos que tienen que ver con los paradigmas sobre dicha palabra, su etimología y sus consecuencias en la sociedad, así como las opciones de transformación de la misma a partir de decisiones políticas, institucionales radicales, desde una constituyente hasta un cambio en el modo de educarnos y relacionarnos unos con otros desde los paradigmas que nos han sido dados y que tenemos la responsabilidad histórica de deconstruir e interpelar, de poner en la mesa del debate, para sacar de la funda la desigualdad fundada, agitando las relaciones de pensamientos que tenemos para remover luego el modo de relacionarnos entre unos y otros, a partir del “cuánto tienes, cómo produces, qué haces, de dónde vienes”, sino a partir del qué creas y en qué crees, quién eres y quién te han dicho que seas.

Liar el hato de las definiciones entre igualdad y desigualdad, diferencias y diversidad, equidad e inequidad y una serie de conceptos que si los tomamos a la ligera pueden llevarnos a cometer fallas históricas y quedarnos en círculos viciosos que nos dañan de generación en degeneración. En este sentido es relevante referirme a qué políticas públicas, qué decisiones toman las instituciones, pero también qué decisiones estamos tomando los ciudadanos en nuestro modo de relacionarnos con el que más o menos tiene, con el que más o menos sabe, etc. Mi premisa es que las políticas públicas tomadas en este ámbito de la disminución de desigualdad social, exigen una visión integral de los países y de sus ciudadanos, de aceptación y conocimiento de sus particularidades, sus diversidades, del respeto a las mismas, todo ello conlleva a toma de decisiones integrales en cuanto al desarrollo humano y la ética, así como de la modernización de los Estados, desde una perspectiva socialdemócrata.

Por otro lado, para explicar la desigualdad se requiere que la economía entienda cómo diferentes tipos de arreglos políticos y sociales afectan la conducta económica del ciudadano y de los países, aquí debemos considerar las preguntas iniciales que nos comparte Therborn en su libro: Qué perspectivas de cambio existen?, ¿Cuáles son los problemas fundamentales a abordar?,¿Cómo se alinean las fuerzas sociales? ¿Dónde están los campos de batalla que a todas luces resultarán decisivos?; a estas y otras preguntas va respondiendo el mismo Therborn en su libro y Martner también en el suyo, explica que: la lista de respuestas posibles ante la situación actual nunca será exhaustiva, como no lineal es cualquier evolución histórica, existe la de tipo “reformista radical”. Esta propugna un proyecto de creciente autogobierno y autonomía ciudadana acompañado por un Estado democrático y social de derecho activo en la promoción del crecimiento (Martner, 2013,3). He aquí la importancia de las Subsecretarías de Desarrollo regional en los países unitaristas centralistas, que son la mayoría en américa latina, así como la elección democrática y libre de gobernadores, etc., como parte de las políticas para disminuir las brechas de desigualdad y participación ciudadana, ya que desde estas instancias gubernamentales se pueden realizar diagnósticos, relevamiento de datos sobre la calidad de desarrollo en gestión y administración de los municipios, de los gobiernos regionales, etc. este proceso como indica Martner es de carácter endógeno, y por lo tanto escarba la dinámica de la institución y sus intereses, sus pensamientos, sus paradigmas administrativos, como la protección del ambiente, la cobertura de riesgos, la provisión de mínimos sociales y la igualdad de oportunidades, la inversión en cultura, en arte, etc. permite saber mediante los comités intersectoriales y de la sociedad civil cómo están funcionando respecto a la desigualdad en servicios al usuario, al ciudadano, autoevaluar además de manera comparativa en las relaciones internas de los equipos de trabajo y de las relaciones entre unas y otras instancias de la institucionalidad del estado para que éste se relacione luego con otros Estados, y amplíe considerablemente su marco de acción, de relacionamiento, potenciando así sus posibilidades para acceder a fondos internacionales, nacionales, o colaboración entre unos y otros, intercambio de talentos, modelos de administración, gestión, datos, etc.

En todo caso lo que menciono tiene que ver con una alternativa que:…asume rasgos de la socialdemocracia europea (y especialmente nórdica, que logró construir en el siglo XX sociedades con importantes componentes igualitarios en condiciones iniciales no radicalmente diferentes de las nuestras), pero asumiendo que la estructura económica heterogénea y desigual y la estructura laboral precaria e inestable de Chile y América Latina requiere de una organización más directamente política y estatal de la redistribución y de la protección del ambiente y de una más activa interacción con una sociedad civil constituida por agentes diversificados (Martner, 2013,31), la participación ciudadana que facilitan instancias como Subsecreatarías de desarrollo regionales y gobernaciones autónomas, como la que tenemos en Santa Cruz-Bolivia, aunque con muchos desafíos, pero también con ventajas.

El enfoque reformista radical tiene, además, como horizonte producir una metamorfosis de la sociedad mediante una “política de civilización” que invierta progresivamente la hegemonía de lo cuantitativo sobre lo cualitativo, procure pasar del “siempre más” al “siempre mejor” y sea contraria a plantear a la sociedad el logro del objetivo unívoco del crecimiento del PIB (“llegaremos en tantos o cuantos años al desarrollo si alcanzamos tal o cual cifra de PIB por habitante”) que comparten neoliberales y pragmáticos (Martner, 2013,47), este enfoque que sobrepone la fuerza de trabajo en desmedro de la calidad y las condiciones en las cuales se trabaja, ya que quien trabaja es un ser humano. Siguiendo la línea de lo cualitativo, me referiré al caso de Bután, que decidió incorporar el FIB (Felicidad interna bruta) en su proceso de medición, para conocer datos sobre la igualdad social y el desarrollo de su país, evidentemente, las prácticas y la cultura budista de esta sociedad, viabilizó el proceso y las políticas, así como la comprensión de la misma por parte de sus ciudadanos, pero sin ir muy lejos en Brasil como en Bolivia, desde hace 8 años, hay movimientos culturales y políticos que están experimentando mediciones para conocer el FIB, y descubren que las pautas para lograrlo tienen que ver con decisiones y políticas radicales en lo cultural y educativo, así como asignar mayor valor a las industrias creativas y culturales, aumentar el know how en economías creativas, como ha pasado en San Ignacio de Moxos con su Biblioteca y centro de educación alternativa que ha logrado generar empleo a actores de la cultura y educación, desde la visión con que fuera fundada la misma por su fundadora española Maria Luisa Tejera Torroja, mujer honorable y con valores como le equidad y el servicio al bien común logró activar el cambio de paradigma  en un pueblo, respecto a la producción cultural y creación cultural, la autogestión y circulación de los bienes culturales, así como potenciar las relaciones entre los actores culturales y las instancias gubernamentales locales, nacionales e internacionales, desde la lógica de la igualdad social, que nace primero en nuestro ser, en nuestro modo de hablar con las instituciones, entendiendo nosotros como ciudadanos que éstas no son sino servidores nuestros, porque dan un servicio y la jerarquía si bien existe, no debe intimidarnos, sino animarnos a dialogar, como decía al inicio del ensayo, las relaciones en este tablero latinoamericano, son esenciales, entenderlas, ahondar en ellas, para identificar los cambios de chip endógenos y exógenos que se deben realizar desde las políticas públicas.

Hay otro factor clave en este asunto de asignar a los Estados de américa latina otro indicador además del PIB, que sería el FIB, y que Martner hace referencia en este acápite indicando que: el crecimiento definitivamente no es el desarrollo, el desarrollo no considera los crecientes costos ambientales ni la destrucción de las dimensiones cualitativas de la vida humana, ni el efecto colateral de una sociedad desarticulada y conflictuada sometida a la desigualdad, al mal vivir y a la desconfianza. Tampoco el desarrollo es un fin en sí mismo si no es puesto al servicio de la calidad de vida de la sociedad en su conjunto, del mejoramiento de las condiciones de inserción política, económica y social de todos, incluyendo las mayorías que viven de su trabajo y de los grupos sociales precarizados o marginados, así como de la preservación del planeta en condiciones dignas para las futuras generaciones. La “calidad de vida responsable”, es decir con perspectiva de sustentabilidad, como meta última del desarrollo depende no solo de las condiciones de vida material (ingreso, consumo y riqueza) sino de la salud y de la educación, de las condiciones de vida cotidiana (como el derecho a un empleo y a una vivienda decentes), de la participación en los procesos políticos, del medio ambiente social y natural y de los factores que definen la seguridad personal y económica, como indican Stiglitz, Sen y Fitoussi (2008) en su reflexión sobre nuevos indicadores del desarrollo, autores que además estudian el fenómeno del FIB en Bután. Para estos autores, las desigualdades de las condiciones de vida forman parte integral de la calidad de la vida, de su comparabilidad entre países y de su evolución en el tiempo. (Martner, 2013, 4).

En este sentido se podrían utilizar las pautas del mismo Bután, o las mismas que se están utilizando algunos proyectos culturales de Brasil, que permitirán construir indicadores nuevos, acordes a la realidad territorial y social (ya que iguales no somos en estos aspectos, para bien nuestro, y el reto es cómo nos relacionamos desde estas aristas.). Se han planteado para medir la calidad de vida (el FIB) en base a once dimensiones: comunidad, educación, medio ambiente, participación cívica, salud, vivienda, ingresos, trabajo, vida satisfactoria, seguridad, balance de la vida en el trabajo, y en una de las investigaciones realizadas en Moxos-Beni el año 2014, aumenté una más en el caso del proyecto sobre Gestión sociocultural: las relaciones laborales y familiares, aquí consideramos aspectos de género, salario, responsabilidades, posibilidades de acceso a ciertos cargos, roles en el hogar y en la sociedad en general, nivel de respeto en el trabajo hacia las mujeres, etc. es un proceso complejo. En todo caso es una propuesta para establecer un nuevo sistema de reglas básicas lo más consensuado posible, sobre las reglas básicas de la democracia, en la cual el más amplio acuerdo es esencial, estos procesos deben contar con una atmósfera serena, en la cual predomine la voluntad del individuo (como diría Einstein: hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad, y la energía atómica: la voluntad), esta voluntad de refundar la democracia sobre bases sanas, constituiría un notable legado para nuevas generaciones.

El planteamiento es iniciar un proceso constituyente en todos los países de Latinoamérica, en el cual se reflexione con la ciudadanía sobre estos aspectos, se instituyan indicadores como el FIB, se prioricen menos los gastos que tienen efectos positivos en el crecimiento económico desde el empleo formal y acceso a bienes públicos y se plantee el ejercicio de mejorar la calidad del gasto público en nuestro continente desde la inversión sostenida en capital físico y humano, en innovación y conocimiento, en educación, capacitación e incorporación de conocimiento científico tecnológico para resolver problemas viejos con soluciones nuevas, porque las viejas están gritando: ¡ya no damos más!.

En este camino de políticas públicas a mediano y largo plazo que estoy planteando, pongamos que se inicia un proceso constituyente en todos los países de Latinoamérica, incluso en Bolivia se podrían replantear reformas que fortalezcan la institucionalidad de la Democracia e independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial , que con el abuso y corrupción del gobierno de Evo Morales en su última gestión han sido menoscabados y la Democracia multipartidaria ha dejado de existir, así mismo está en riesgo, y paradójicamente democracia electoral le está sirviendo de escudo para que él ejerza una dictadura que nos podría dejar en condiciones similares a las de Venezuela, o peor aún, Cuba por 50 años. En todo caso, este proceso constituyente y de reformas radicales al modus operandi exige enorme voluntad política de quienes puedan postularse a presidenciales, pero sobre todo del pueblo, del ciudadano, la necesidad de formación política, más que en ideología, en temas de participación ciudadana, gobernabilidad y democracia son esenciales en este proceso. Previo a la constituyente es necesario invertir en programas de educación política e historia en las escuelas, iniciar una campaña en todos los países, para que reflexionemos sobre nuestra historia común como continente, nuestro nacimiento como repúblicas, el debate inicial en esta etapa: ¿nacemos como repúblicas centralistas o federales?, mismo que generó largas luchas en nuestro continente, y que hasta la fecha en algunas regiones sigue vigente (en Santa Cruz, se sigue la demanda en cuanto a descentralización de recursos, aplicación de los procesos estipulados en la Ley marco de autonomías).

Lo que propongo como políticas públicas son cambios estructurales, procesos que requieren voluntad política institucional y ciudadana. Esto porque en mi vida personal no creo en remedios de farmacia, sino en cambios de pensamiento, hábitos y emociones para resolver de raíz problemas que se han hecho sistémicos en el cuerpo humano, en este caso en el cuerpo Estado, que está conformado por humanos. Aquí está implícita mi afirmación de que la desigualdad social en américa latina es sistémica y las políticas públicas o decisiones al respecto deben ser igual de sistémicas, a propósito de la búsqueda de igualdad.

Las relaciones que establecemos entre ciudadano, Estado y mercado, deben ser más conscientes, interpeladoras, proactivas, desde nuestra libertad de decir y disentir, antes de que desde el miedo al cual nos han acostumbrado, desde la historia latinoamericana hasta los inicios de la escolaridad en nuestras vidas con sistemas extractivistas de nuestra creatividad y curiosidad, que se instalan luego en la vida del individuo y del mismo Estado con acciones extravistas de recursos naturales, y en el individuo cono acciones extractivitas de su felicidad y posibilidades de autorrealización y autonomía de pensamiento y decisión.

Además, debemos darnos cuenta de que las economías de mercado no aportan a disminuir las desigualdades sociales, y por otro lado son inestables, porque dependen del consumidor. El reto es invertir en políticas públicas educativas en cuanto al consumo, ya que se gasta más de lo que se gana y se compra lo que no se necesita, o peor aún, se compra lo que enferma y luego el gasto en salud para el ciudadano y el Estado aumenta también, insisto, la política pública debe ser sistémica, partir de la estructuración de un sistema educativo en el cual se enseñe economía creativa, economía familiar, economía alimentaria, que es en lo que más gasta su salario un individuo, en comer, incluso lo que su cuerpo realmente no necesita, sino que la ansiedad lo devora y él se deja devorar los bolsillos por ella.

Por otro lado, y siguiendo la línea de que la cuestión de desigualdad e igualdad no pasa por eliminar la una por la otra, sino por identificar las relaciones dadas a partir de estos parámetros, las relaciones de los actores sociales que actúan en el tablero latinoamericano, donde nos desafío a una deconstrucción conceptual y aplicación de políticas públicas a mediano y largo plazo que afecten directamente la estructura del Estado desde lo sistémico, cambio de paradigmas, aceptación de otras epistemes y la diversidad sociocultural, de incorporación de todos estos elementos en la educación; al respecto Therborn explica que: la desigualdad también afecta a los ricos. La fuerza letal de la desigualdad no solo golpea a los pobres y poco instruidos. También marca divisorias de aguas entre los ricos, los famosos y los más instruidos. (Therborn, 2015, 22). Para ilustrar este afirmación ilustra la experiencia dl epidemiólogo británico Richard Wilkinson (1996-2005) lanzó en los años noventa una provocativa hipótesis, según la cual la desigualdad (económica) surte efectos negativos también en la vida y la muerte de quienes no se encuentran en el fondo del pozo. La argumentación empírica de Wilkinson y sus seguidores suscitó feroces batallas metodológicas porque se basaba en gran medida en estudios zonales, desde países ricos hasta barrios estadounidenses. La controversia todavía no está saldada: las sendas causales permanecen excesivamente oscuras y lo que se juega desde el punto de vista ideológico es demasiado para permitirlo. Pero la hipótesis de Wilkinson y los estudios de Therborn, siguen encontrando respaldo. Y en este sentido cabe mencionar en particular una investigación estadounidense en gran escala basada en datos individuales sobre privación relativa o el ingreso -en comparación con otros habitantes del mismo estado, la misma edad, la misma raza e igual nivel educativo- y por otra parte, la probabilidad individual de muerte y salud informada por los participantes. En dicho estudio, Eibner y Evans (2005) hallaron que la privación relativa reduce la salud e incrementa las posibilidades de muerte. (La privación relativa es una medida individual -A está en peores condiciones que B Y C-, mientras que la desigualdad es una medida grupal que toma a A, B Y C en conjunto: a mayor desigualdad, mayor privación relativa.) Los actores y actrices que ganan un Osear superan en más de tres

años la longevidad de los nominados que no ganaron (Redelmeier y Singh, 2001). y los cientificos distinguidos con el Premio Nobel viven en promedio más años que sus colegas: así se ha constatado en un sofisticado estudio sobre los galardonados en Química y Física durante la primera mitad del siglo xx (Rabien y Oswald, 200S). La evidencia empírica es indiscutible: la desigualdad mata. La desigualdad de estatus acorta la vida de los desigualados hasta en los parnasos del cine y la ciencia. Sin embargo, los mecanismos psicosomáticos que enlazan el estatus social con la salud y la longevidad todavía no han sido muy explorados ni comprendidos. (Therborn,2015, 21- 22). Así como hay mecanismos psicosomáticos en el individuo, los hay en el Estado, y la alarma es la desigualdad social, siendo que como sociedad hemos alcanzado niveles de aumento de nuestra economía, pero sigue habiendo desigualdad social, entonces el asunto pasa no por una cuestión de PIB, sino por aspectos de FIB y de empezar a relacionarnos, dialogar con las epistemes diversas que configuran el continente latinoamericanos, así como las que hay en el interior de los países, porque así como estos cuerpos desiguales de los ricos descritos por Therborn, existen cuerpos desiguales pobres, que en el caso de Bolivia, Evo morales ha querido igualar, ha logrado igualar la pobreza del país, el miedo a decir, el miedo a quedarte sin nada y en la cárcel por ejercer el derecho a la libertad de expresión y de pensamiento. La desigualdad social, como dice Therborn es un tema de paradigmas, de cambios de comportamiento, de hábitos con los cuales alimentamos o no nuestra psiquis, de las posibilidades de ampliar nuestras relaciones inter e intraculturales, inter e intraestatales, para cooperarnos como continente y erradicar primero, de nuestra mentalidad esta idea, para luego proceder con solicitudes y demandas organizadas. Therborn hace referencia al tema de malnutrición social, que equivale a la importancia de alimentar nuestra psiquis, de compartir, al respecto dice: Las vidas también se atrofian a causa de la malnutrición social. El sistema de castas, la misoginia y el racismo atrofian la vida de los «intocables» y las castas bajas, de las niñas y las mujeres, de los grupos étnicos estigmatizados. Si hoy fuéramos una niña rural del norte de la India o del Sáhel africano, aún no podríamos abrigar la esperanza de vivir un período de juventud, ya que deberíamos pasar de una infancia severamente patriarcal al matrimonio con un desconocido al menos diez años más viejo. (Therborn, 2015, 24). En este sentido sucede lo que Benjamin Disraeli dice como novelista: «las dos naciones»: los ricos y los pobres. De este modo, el espacio social para el desarrollo humano se escinde y se restringe, sobre todo a costa de los desaventajados, por supuesto, pero no solo de ellos. En segundo lugar, la desigualdad de propiedad o control de los recursos económicos, o bien de acceso a ellos, implica que el producto de una sociedad queda en manos de unos pocos privilegiados que pueden derrocharlo fácilmente. En tercer lugar, la desigualdad de recursos económicos y su utilización política han refutado los temores que sentían los liberales decimonónicos ante la democracia: e/miedo de que el poder ciudadano usurpara la propiedad privada.

 

Algo esencial las medidas a tomar, es no politizarlas, porque existe el riesgo de que suceda lo que en Bolivia actualmente, en tres mandatos se empieza a actuar con ánimo dictatorial, anulando independencia de poderes, violando derechos constitucionales y humanos de muchos presos políticos o expulsando de su propio partido a quien se atreve a disentir, anulando las opciones políticas del país, para que desparezca la democracia multipartidaria, debilitándose así el proceso de participación ciudadana ante el temor a ser asediados por interpelar o disentir con el gobierno de turno, o peor aún a venderse con tal de quedar de aliado de quien detenta la potestad gubernamental.

El desafío de las políticas a tomar es de visión, convicción y acción. Se plantea desde una perspectiva de la economía  de la ética, la creatividad y la comprensión sociocultural, así como desde las teorías del desarrollo humano y económico basado en el paradigma de educación intercultural y gestión sociocultural desde el cual trabajo hace 10 años y en el cual creo que a largo plazo se pueden ver resultados que disminuyen a sobre manera la desigualdad social, que no es sino un fenómeno de carácter cultural, porque en Latinoamérica y en el mundo hay un grupo de individuos y países creen (la creencia es un factor cultural) que merecen más que otros, que si tiene más son y valen más, que si producen más son y tienen más derecho a exigir a que el otro también produzca.

En este sentido mi propuesta es que la desigualdad económica en la que vivimos es producto de un factor cultural y, por supuesto, histórico, desde la época colonial se nos hizo creer que el extranjero llegado con su bandeja de imposiciones sabe y tiene más valor, esto con un objetivo económico, porque al someter al indígena se lograría que éste produzca y obedezca a las leyes de producción y explotación dadas por las circunstancia diseñada por el “dueño del proceso histórico.” Seguidamente tuvimos las guerras de la independencia, impulsadas por la clase económica más poderosa, que estaba cansada de tributar a la corono española y portuguesa, deciden entonces revelarse a través de un discurso social: darle libertad e independizar a los pueblos de américa, la mayoría de nosotros los latinoamericanos caemos fácilmente en el romanticismo y la demagogia de estos procesos, incluso hasta hoy, seguimos esperando que venga un presidente, un alcalde, un gobernador, un humano cualquiera con uno de estos cargos o títulos, y nos diga cómo son las cosas y cómo debemos hacerlas, y nos salve la vida, cuando en realidad la desigualdad social es un asunto no solo de los gobiernos,  y si bien he planteado políticas públicas para resolver el asunto, también me remarcaré lo que dicho anteriormente, a  los paradigmas con los cuales vivimos, porque el dinero y los recursos están ahí para todos, solo que la distribución es inequitativa, está pensada desde la lógica del privilegio de unos sobre otros.

Entonces las principales políticas públicas a aplicar para que esta desigualdad social y económica disminuya, pasa por lo educativo y por plantearnos indicadores distintos para medir nuestro desarrollo, si desde la educación formal y la habilitación de espacios culturales que promuevan el diálogo intercultural, se logra integrar y acercar al privilegiado con el no privilegiado, al “rico con el pobre”, a las “dos naciones”, encontraremos la mayor riqueza de nuestra región, la solidaridad es un valor que devuelve la compasión al rico y la fe al pobre, en este sentido es que desde la promoción de políticas de integración, intercambio cultural, es decir, los convenios MERCOSUR, CAN, están ya dados, tienen un componente cultural, desde los nacionalismos, habría que fortalecerlos y enfocar las políticas públicas y decisiones desde allí, además de replantearse ese componente desde el aspecto de encuentros, becas de estudio e intercambio de familias, para ahondar en nuestra conducta diaria, para colaborarnos en lugar de competir, para dialogar con disidencia y con consensos acerca de estas desigualdades sociales que devienen en desigualdad económica, porque si no pensáramos que somos diferentes y merecemos más que otros, la historia sería otra, la desigualdad social es un fenómeno causado por lo cultural y su consecuencia más tangible es la desigualdad económica, la carencia de recursos básicos para vivir dignamente, como educación, salud, alimentación.

Otra opción clave y ejemplo a seguir son los países nórdicos, es posible porque no puede ser que en pleno siglo XXI, después de dos guerras mundiales y una serie de guerras regionales, por recursos naturales, se siga gastando en la milicia, un gasto que podría resolver la educación, la salud y la alimentación, dar esa seguridad en lugar de la defensa militarista que  atrofia el autoestima y capacidad de generar recursos de paz y bien común, en todo caso el sistema inmune o de defensas del Estado no debiera depender más de las milicias, ese antibiótico no le sirve al cuerpo Estado, lo que se necesita es un cambio de paradigma; la defensa existe cuando hay temor a ser atacado, y es desde la educación que se puede eliminar este temor, dando mayor seguridad al individuo desde su propio desarrollo personal antes que poniendo su seguridad en manos de una institución que a la vez, está cada día más corrompida y sirve menos a la ciudadanía, en toda Latinoamérica, en unos lugares más o menos que otros.

A mediano plazo podemos hablar también de las economías colaborativas y creativas, que permiten medir el FIB, como el caso de BUTÁN, y en regiones del Brasil donde están aplicando estas políticas desde los Puntos de cultura y la generación de empleos en el sector artístico, medir los indicadores de la producción cultural y las industrias sin chimenea en el continente, son altísimas, invertir en la participación de Alcaldes en los encuentros internacionales de Ciudades intermedias o ciudades contrapeso en el mundo, en el caso de Bolivia, Santa Cruz, que deciden salir a estos espacios para relacionarse con el mundo desde lógicas de colaboración, intercambio, negociación de acciones y colaboración de proyectos de toda índole, que tienen como punto de partida el elemento del Desarrollo Humano para lograr economías sostenibles.

Es esencial preguntarnos desigual al qué, de qué indicadores partimos para definir a américa latina como desigual, los criterios modernizadores del estado, relacionados con el aumento del PIB y la capacidad de consumo de sus habitantes, la desigualdad de este consumo entre unos y otros, el desigual acceso a servicios básicos como la educación, el agua potable, la salud, tiene que ver con la desigual distribución de habitantes entre la zona rural y la zona urbana, así como con la inequidad en la distribución de los recursos económicos de los Estados hacia las zonas rurales, y en las zonas periféricas de las zonas urbanas.

Entonces un inicio sería invertir en estudios-diagnóstico acerca de las políticas públicas que ya han aplicado los gobiernos en los últimos 15 años y han dado o no resultados, seguidamente priorizar la inversión en tecnología, educación y diálogo intercultural, antes que invasión y opresión cultural a las prácticas económicas colaborativas y economías de reciprocidad que tienen muchos pueblos originarios, si los gobiernos respaldaran estas economías, basadas en la producción orgánica y respetuosa con la naturaleza, pero sobre todo basadas en el sentido de bien común, no en el privilegio de unos cuantos, sino en la satisfacción de necesidades para todos, antes que para los intereses privados de unos cuantos.

Finalmente me describiré los 4 pilares del concepto butanés de la felicidad interior bruta que atraviesan todas mis propuestas de políticas públicas a implementar en distintos plazos, dicho concepto FIB, se sostiene sobre cuatro pilares, que deben inspirar cada política del Gobierno. Los pilares son: 1. Un desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo. 2. La preservación y promoción de la cultura. 3. La conservación del medio ambiente. 4. El buen gobierno. Para llevarlo a la práctica. Los Datos e indicadores del FIB dados por la web del mismo gobierno de Bután. La materia prima es un cuestionario que responderán los ciudadanos butaneses cada dos años. La primera encuesta se realizó entre diciembre de 2007 y marzo de 2008. Un total de 950 ciudadanos de todo el país respondieron a un cuestionario con 180 preguntas agrupadas en nueve dimensiones:

  1. Bienestar psicológico. 2. Uso del tiempo.
  2. Vitalidad de la comunidad. 4. Cultura.
  3. Salud. 6. Educación. 7. Diversidad medioambiental. 8. Nivel de vida. 9. Gobierno.

Éstas son algunas preguntas del cuestionario: «Definiría su vida como: a) Muy estresante, b) Algo estresante, c) Nada estresante, d) No lo sé». «¿Ha perdido mucho sueño por sus preocupaciones?». «¿Ha percibido cambios en el último año en el diseño arquitectónico de las casas de Bután?». «¿En su opinión, cómo de independientes son nuestros tribunales?». «¿En el último mes, con qué frecuencia socializó con sus vecinos?». «¿Cuenta usted cuentos tradicionales a sus hijos?». Una vez procesada la información de las encuestas, se determina en qué medida cada hogar ha alcanzado la suficiencia en cada una de las nueve dimensiones, estableciendo unos valores de corte. A cada indicador en el que un hogar ha alcanzado o superado el valor de corte se le atribuye un cero. Cuando el encuestado no ha llegado al valor de corte en un indicador, se le resta el resultado al valor de corte y se divide la resta por el propio valor de corte. Por ejemplo, si el límite de la pobreza es 8 y el encuestado ha alcanzado 6, el resultado es (8-6) / 8 = 0,25.

Entonces, ¿cómo se determina quién es feliz? Es feliz aquella persona que ha alcanzado el nivel de suficiencia en cada una de las nueve dimensiones (0). ¿Y cómo se determina la felicidad interior bruta? FIB = 1 – (la media del cuadrado de las distancias respecto a los valores de corte). Ya tenemos, pues, el valor de la felicidad. Pero es sólo eso, un número. El siguiente paso es comparar la FIB de los diferentes distritos. Compararla a lo largo del tiempo. Descomponer el índice por dimensiones, por géneros, por ocupaciones, grupos de edades, etcétera. Y así, la FIB puede utilizarse como un instrumento para orientar políticas.

Por último y retomando la frase con la cual abro este ensayo, la felicidad interior bruta se basa en dos principios budistas. Uno es que todas las criaturas vivas persiguen la felicidad. El budismo habla de una felicidad individual. En un plano nacional, corresponde al Gobierno crear un entorno que facilite a los ciudadanos individuales encontrar esa felicidad. El otro es el principio budista del camino intermedio y las relaciones que establecemos en ese camino, de diálogo o de imposición sobre el otro. La determinación por medir la felicidad nacida de aquel discurso de coronación del cuarto rey de Bután puede verse como un caso pintoresco o enternecedoramente naïf desde las potentes economías occidentales, pero se está aplicando experimentalmente en regiones de Brasil y Bolivia, desde las esferas de la gestión cultural y hay resultados iniciales de autogestión, manejo inteligente del tiempo y de pocos recursos materiales con los que se cuenta, aprovechamiento máximo de los talentos de cada miembro de los equipos, alta capacidad de relacionamiento en más de un idioma, para establecer redes de colaboración y trabajo conjunto para ampliar metas que están más allá de lo nacional, y se abocan a lo regional, continental.

Referencias:

Martner, Radiogafía crítica al modelo chilieno: Balance y políticas, 2013.

Therborn, los campos de exterminio de la desigualdad, 2015.

Rodrik, revista CEPAL, 2005.

Reflexiones propias de experiencias de trabajo en economías colaborativas y gestión sociocultural en Bolivia y Brasil, desde la FCBCB y desde la Gobernación de Santa Cruz.

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